Santiago López Castillo

Bozales para humanos

Bozales para humanos
Santiago López Castillo. PD

Alguien, y con razón, dijo que el hombre es una mala bestia, y, en sentido contrario, que era un animal racional. Vamos a dejar de maniqueísmos y pongamos las cosas en su sitio. Los canes y los peces conviven con el ser humano y cada vez más son inseparables e incluso imprescindibles para la terapia geriátrica y pediátrica. Qué va a decir usted cuando hace unos días perdió a su inseparable «Niebla» y todavía no me ha cicatrizado la herida.

En mis viajes por Oriente Medio y Marruecos, siempre comprobé el desprecio que los nativos de aquellas regiones sienten por los animales, especialmente, los perros. Y muy cerca, en la sierra madrileña donde vivo. Les dije a unos moritos que jugaban en la calle mientras espantaban a unos animalitos: «A los perros -les advertí- hay que amarlos». A lo que me comentaron los muy joputas: «Y a los cerdos también.». Para terminar usted diciendo: «… y a los corderos, también, coño».

Viene esto a colación porque en Irán han emprendido una cruzada contra los canes. Los consideran «seres de la vulgar cultura occidental». Es claro que ello es así cuando sufragan la revolución de «El Coleta», juntamente con la de Venezuela, no madura, y la Cuba jinetera. El Sha sería lo que fuese, pero tuvo el buen gusto de casarse con una mujer bella como Farah Diva, y, además, amaba el mundo occidental. Hasta que llegaron los ayatolas, y se liaron a cortar cabezas (1979). Y vino la tiranía, la corrupción, la ejecución de los homosexuales colgados de las grúas en pública subasta. No es de extrañar, pues, que la ciudad de Shain Shor estén dando la batida a los pobres perros. Los llaman najes, que en cristiano es sucios. Los sucios y descerebrados son esta escoria a los que habría que poner bozal porque más que ladrar aúllan. Los mismos que tratan a las mujeres como bestias de carga, mientras las feministas españolas hacen mutis por el foro y sólo están con la «violencia machista».

Un matrimonio español (y no es leyenda urbana) llegó a Bankog y al entrar en un restaurante con su perro solicitaron que guardaran de su can mientras comían. Al rato, su perro era servido en trocitos como plato único.

Esa es la cultura oriental y magrebí. Sin más comentarios.

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