David Gistau habla en su columna sobre la exclusión del PP en la Fiesta del Orgullo Gay en Madrid:
Esto va a convertirse en una costumbre anual. El PP envía como emisario al Orgullo a uno de sus dirigentes modernos, de los que no parecen un exorcista, para que pregunte si por fin son bienvenidos allí, a ser posible sin pagar penitencias tales como obligar a Fernández Díaz a subirse a una carroza en tanga y con alas de angelote. Y en el Orgullo les dicen que nanay. Sé por experiencia de cuando era joven cuán frustrante resulta descubrir en la misma puerta de la discoteca que no estás en la lista de invitados a la fiesta del año. Digo de cuando era joven, pero estas cosas me siguen doliendo en el alma: aún no recuperado de mi exclusión en el cumpleaños de Vargas Llosa -señor Mario: para la boda tendrá usted una oportunidad de enmendar el error, pero no la ponga un sábado que juegue el Madrí-, tengo que enterarme hoy de que tampoco fui considerado entre los Trece de la Fama elegidos para cenar con Michelle en la embajada USA. Estos menosprecios menguan mucho el respeto familiar en los almuerzos dominicales.
Detalla que:
Pues así de mal se siente la pobre Cifuentes, que no podrá ir al Orgullo por la mala reputación de su partido, el que ella, junto a los vicesecretarios jóvenes, quiere introducir en el siglo XXI para liberarlo de discursos como el de Fernández Díaz cuando dice cosas como que el Muro cayó por intervención de la Virgen, descendida para luchar por sus favoritos como Atenea en los campos de batalla de Homero. Tengo pavor a que la próxima grabación en su despacho saque al ministro de Interior conspirando con Dios.
El PP debería asumir que le costará mucho ser recibido sin hostilidad por el mismo colectivo contra cuyos derechos civiles luchó con saña, con manifestaciones masivas convocadas en la calle bajo el pretexto de la familia amenazada y hasta con un recurso en el Constitucional. Es verdad que esta decisión táctica de Rajoy y del PP más regresivo, autoparodiado entonces como siniestro, no congenia con los militantes que fueron felices contrayendo matrimonio gracias a la ley que su propio partido trató de aniquilar con absurdas excusas etimológicas referidas a la palabra matrimonio que en realidad ocultaban un profundo malestar moral. Transcurridos los años, resulta que el matrimonio homosexual es una rutina perfectamente asumida por la sociedad, que España es un país admirado por haber sido el precursor en Occidente de ese derecho, y que encima el Orgullo es la fiesta patronal del año. Es entonces cuando el PP, oportunista, quiere salir de su cripta y pide permiso para hacerse perdonar y aparecer en la lista de invitados. Pero le dicen nanay, y no extraña. Quién sabe, a lo mejor consiguen que los inviten si Rajoy admite que cometió un error en aquel tiempo en el que todo valía, hasta escamotear derechos civiles y aventar falsos escándalos paganos, con tal de encontrar espacios de oposición contra el primer gabinete de Zapatero, aún no devorado por la crisis.