Francesc-Marc Álvaro analiza en La Vanguardia el voto abstencionista convergente y hace recomendaciones a la refundación de CDC:
Estos abstencionistas convergentes no han engordado el voto de ERC, como podría pensarse de manera mecánica. Probablemente porque, más allá de la coincidencia en la meta de la independencia, hay diferencias entre las dos formaciones que no son pequeñas para determinados sectores, que se han visto maltratados reiteradamente a raíz del paso a un lado de Mas y el bloqueo cupero a los nuevos presupuestos. No pienso tanto en la división derecha-izquierda (difuminada temporalmente por efecto de la existencia de Junts pel Sí) sino en otros elementos de cultura política que acaban definiendo campos de pertenencia fuertes.
Por ejemplo, el cabeza de lista Rufián expresó que no se sentía lejos de la CUP, y el candidato Tardà tiende a referirse a los dirigentes de En Comú Podem como «compañeros», a pesar de la dura competencia entre comunes y republicanos. Es obvio que un votante soberanista de centro no puede sentirse cómodo con estas manifestaciones, más teniendo en cuenta que la máxima obsesión compartida por los anticapitalistas y los poscomunistas es la desaparición del espacio articulado hasta ahora por CDC y el menosprecio más agrio a su elector.
La refundación que CDC quiere concretar el próximo fin de semana no tendría que prescindir de estos fenómenos, que son el síntoma de algunos de los problemas que debe resolver esta organización. Más allá de liderazgos, de catálogos ideológicos y de familias internas, los que quieren reinventar Convergència deberían pensar que hay un electorado -no una militancia- que corre peligro de sentirse huérfano si las cosas se hacen sólo a medias.