Ignacio Camacho plantea que a Mariano Rajoy, tampoco es una sorpresa, le espera una legislatura complicada y en la que tendrá que estar muy pendiente de que le puedan hacer la pirula, especialmente por la izquierda:
El reparto de la Mesa del Congreso -los «sillones» que decían despectivamente los nuevos partidos antes de precipitarse a ocuparlos- es un juego de equilibrio de fuerzas que queda más o menos lejano de los grandes intereses de la opinión pública. Un encaje de pactos y contrapactos que viene a ser como la apertura de una partida de ajedrez política. Pero en cámaras de composición compleja ese ejercicio de ajuste fino proporciona indicadores fiables sobre los rasgos de la legislatura. Y la que comienza hoy apunta una característica esencial que tiene que ver con la flexibilidad negociadora a la que Rajoy deberá recurrir para ampliar los límites de su tan clara como insuficiente victoria. Más que de geometría variable, esta va a ser una etapa de trigonometría parlamentaria.
Afirma que el acuerdo de la Mesa del Congreso beneficia a Ciudadanos que, entre otras razones, no sufre el más mínimo desgaste;
Salvo una improbable pirula de la izquierda en bloque con el soberanismo catalán, el saludable acuerdo natural entre Rajoy y Rivera es el primer ejercicio de esa larga sucesión de exámenes de cálculo que, si consigue la reelección, espera al presidente en este mandato. Colegir de esta alianza puntual una proyección de largo alcance parece prematuro. Más bien la maniobra se perfila como un ventajoso gambito -de dama, en este caso- para el líder de Ciudadanos, que presta su apoyo al marianismo en el terreno que más le conviene y menos le compromete. Ana Pastor es una candidata incontestable por rigor y honestidad. Al respaldarla, Rivera no sólo obtiene unos puestos que por sus resultados no le correspondían, sino que complace sin mayor desgaste a la parte de sus votantes partidaria del entendimiento de centro-derecha. Ha mostrado sus condiciones en forma de sacrificios humanos, vetos nominales que tal vez vuelva a exigir a cambio de permitir un Gobierno. Y sobre todo se procura una coartada: un sí low cost al PP que esgrimirá como prueba de buena voluntad y falta de sectarismo si finalmente decide preservar su abstención en la investidura.
La votación de hoy en la Cámara Baja va a definir el tono de este mandato, en el que aunque Rajoy gane la reelección sufrirá toda clase de agobios, una agonía. C’s le va a administrar ayudas y castigos con el ritmo alternativo de una ducha escocesa. Su mayoría relativa se convertirá en minoría absoluta cuando la oposición se agrupe para infligirle humillaciones derogatorias. Y se enfrentará, sin consensos de duración tasada, a una legislatura breve, sufrida y azarosa.
Y recuerda que:
Cuando el PP ganó en 2011 y se encontró telarañas en la caja fuerte, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría se lamentaba de que con todo el trabajo que les costó llegar al poder tenían que usarlo para la ingrata tarea de gobernar sin dinero. Luego han tenido que gobernar sin atribuciones y ahora, que tampoco es que haya mucho cashflow, se ven abocados en el mejor de los casos a hacerlo sin mayoría. El banco azul será un sillón de faquir. O una silla eléctrica.