Víctor Entrialgo de Castro

El bipartidismo imperfecto

El bipartidismo imperfecto
Víctor Entrialgo de Castro, abogado y escritor. PD

El intento de Refomar el bipartidismo imperfecto ha resultado un fiasco. Todavía estamos en ello. Los que dijeron que iban a reformar todo esto, no contaron ni con las consecuencias que ello iba a acarrear, ni con el pueblo español. Y en esta parchis en que se ha convertido el parlamento quizás caigamos todavia en el pozo y tengamos que volver a la casilla de salida.

Había y hay que reformar la derecha y la izquierda. La del centro y la de la periferia. Y lo deseable hubiese sido que existieran los mecanismos necesarios para que que ese proceso necesario no llevase demasiado, siendo a todas luces una pérdida de tiempo elegir dieciocho partidos políticos distintos para acabar volviendo desengañados camino de nuevo del bipartidismo imperfecto.

Cada español querría un gobierno para sí. Él sólo sería capaz de resolverlo. Si de mi dependiera».. El español cree que es infinitamente mejor que la clase política y tampoco es eso.

El idealismo es un instinto peligroso y «Las mejores intenciones», como la pelicula de Bill August escrita por Ingman Bergman, han dado lugar muchas veces en política a consecuencias funestas. Ayer repusieron en televisión la lista de Schindler. La frivolidad política puede llevar a consecuencias terribles.

Igual que hay que mantener y limpiar el coche para ir de vacaciones y no puedes cambiarlo cada seis meses por tener un desconchón en la derecha o un abollón en la izquierda, así mismo hay que perfeccionar el sistema de la Constitución más larga y que mayores niveles de paz y prosperidad ha traido a la historia de España. Lo repetimos muchas veces.

No se trata de hacer gobiernos trapecistas, de inventar y hacer experimentos «con las cosas esenciales de la política». Hay que hacerlos con gaseosa. Y no cansarnos de repetir las cosas importantes.

Hay que progresar en la representatividad de los diputados y senadores, designados desde el diputado de distrito, más directamente y reconocibles en «su potestas», o sea su legitimidad y su mandato; y en su prestigio personal y/o profesional, su «autoritas». No hacer cada dos años y medio una revolución hacia ninguna parte.

Todo ello empezando por el principio. La defensa del Estado de derecho frente a los ataques y la actuación inmediata de los jueces ante las vulneraciones, como la penúltima y flagrante de la Asamblea catalana que saltándose dos Resoluciones judiciales incontestables del Tribunal Constitucional, y la Constitución entera, aprueba que no hay más ley que la suya, o sea españoles donde los haya, y no respetar la del Estado al que pertenecen. Como el golpe de los turcos pero en plan chill out.

De cómo era, a cómo es, suelen pasar tres.

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