Rafael Torres

Formar gobierno es fácil

Formar gobierno es fácil
Rafael Torres. PD

Es mucho más difícil madrugar cada día para ir al trabajo o para buscar uno que formar gobierno. También enfrentarse a un devorador incendio forestal, someterse a una intervención quirúrgica o realizarla, sacar adelante una familia con un sueldo de empleado raso, resolver un secuestro sin daño para el cautivo o instruir en la escuela a las criaturas que en el exterior reciben un llamado constante a la estulticia, son cosas bastante más empinadas y complejas que formar gobierno.

Sin embargo, los encargados de hacerlo, los designados por la sociedad para hacer ese trabajo, no lo hacen porque no saben y porque no quieren, y ello pese a recibir de las arcas públicas una jugosa remuneración por hacerlo.

Formar gobierno no es que esté chupado, pero tampoco es algo, como queda dicho, de una dificultad insuperable. Si dijéramos que los políticos electos son en extremo perfeccionistas y exigentes consigo mismos, y que los partidos a los que pertenecen se parten el pecho en la búsqueda de lo mejor de lo mejor para los españoles, para todos o para la inmensa mayoría de ellos, se entendería esa dificultad que los Rajoy, Sánchez, Rivera, Iglesias y compañía encuentran para aparejar un gobierno compuesto por los mejores, por los más inteligentes, por los más duchos en cada materia, por los más benéficos, honestos y competentes. Pero, lamentablemente, no puede decirse eso, sobre todo a la vista de lo tarugos que son los que suelen acabar de ministros.

La dificultad de formar gobierno no procede, pues, de la ardua búsqueda de lo mejor y de la no menos ardua selección de los mejores, sino de la inanidad que multiplica hasta la náusea el sectarismo.

Un gobierno de concentración, esto es, una especie de Selección Española de lo político, con participación de todos o de casi todos los partidos y presencia proporcional a los votos en un gabinete presidido por un independiente de prestigio, sería algo impensable en España, pese a que la endiablada fragmentación del voto lo señalaría como la única solución adecuada y posible al problema planteado.

Vivir cada día, y no digamos siendo pobre, es infinitamente más difícil que formar gobierno. Por desgracia, le hemos encargado ese trabajo a lo más torpe y haragán de cada casa.

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