Laureano Benítez Grande-Caballero

La conspiración de la «Montaña de Hierro»

La conspiración de la «Montaña de Hierro»
Laureano Benítez Grande-Caballero. PD

La Asamblea de Madrid aprobó el pasado 17 de marzo, con los votos favorables de todos los partidos políticos excepto el PP, una ley denominada «de protección integral contra la discriminación por diversidad sexual y de género», que será de obligado cumplimiento para todos los centros educativos, incluidos los privados y concertados.
En su artículo 32, se promulga que «La Consejería competente en materia de educación incorporará la realidad lésbica, gay, bisexual, transexual, transgénero e intersexual en los contenidos transversales de formación de todo el alumnado de Madrid».

De acuerdo con esta normativa, los colegios deberán explicar obligatoriamente a los alumnos que podrán elegir su sexo, instándoles a poner en marcha los recursos educativos y psicológicos necesarios para «la detección temprana de aquellas personas en educación infantil que puedan estar incursas en un proceso de manifestación de su identidad de género».

Esta normativa de la Comunidad de Madrid es un ejemplo más de la ofensiva mundial que está llevando a cabo desde hace tiempo el grupo de presión LGBTI, cuya ideología de género está siendo ampliamente difundida por los medios de comunicación, que la presentan como una conquista de los derechos humanos.

En el Congreso «Women in the World» de 2015, Hillary Clinton pronunció un discurso en el que hizo una encendida defensa del aborto y del movimiento LGTB, afirmando al mismo tiempo que las objeciones de conciencia fundamentadas en creencias religiosas están detrás de la discriminación a las mujeres y a los homosexuales, por lo cual proclamó la necesidad de utilizar contra la Iglesia los recursos coercitivos del Estado, lo que constituiría un flagrante caso de persecución, y un atentado clarísimo al derecho de libertad religiosa: «Los códigos culturales profundamente enraizados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse»-, dijo Clinton.

Esta guerra de Hillary contra la religión no es nueva, pues ya en 2011, durante una conferencia en Génova, la entonces secretaria de Estado señalaba como uno de los principales problemas sociales que se apelara a convicciones religiosas para «limitar los derechos humanos del colectivo LGTBI».

Aunque no llegó a apoyar claramente la posibilidad de abortar en embarazos avanzados sin ninguna restricción, defendió la financiación gubernamental de asociaciones como «Planned Parenthood», la mayor central abortista en Estados Unidos -más de 2 millones de abortos al año-, que ha sido denunciada por mercadear con órganos y tejidos de los fetos.

La Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF), a pesar de que en apariencia es una ONG sin ánimo de lucro, cuenta con el apoyo financiero de gobiernos, organismos internacionales -como la OCDE , la UNICEF, la Comisión Europea y el fondo de población de las Naciones Unidas- y fundaciones y organizaciones relacionadas con la salud -incluida la OMS-, hasta el punto de que la mitad de su financiación proviene de programas oficiales de asistencia para el desarrollo de los gobiernos. Este trato privilegiado convierte a la IPPF en un importante lobby de la Unión Europea -en cuya Asamblea Parlamentaria está representada- y la ONU.

El 17 de junio se registró una resolución ante el Consejo de los Derechos Humanos de Ginebra sobre orientación sexual e identidad de género a instancias del colectivo LGTBI. Esta resolución la han patrocinado países latinoamericanos en coalición, con la alargada sombra de la Casa Blanca detrás, ya que, a instancias de Obama, la ONU quiere implementar una especie de «policía» LGTBI con el objetivo de perseguir a quien defienda que el matrimonio sólo es entre un hombre y una mujer, elaborando informes y ejerciendo presión diplomática sobre los gobiernos.

Pero, tras la aparente defensa de los derechos humanos que esgrime el colectivo LGTBI, es posible que se escondan objetivos inconfesables, hábilmente manipulados por la plutocracia mundial que domina los medios de comunicación, por la élite oligárquica que conspira por el establecimiento del Nuevo Orden Mundial.

La misma globalización del LGTBI, y la sospechosa simultaneidad de su ofensiva a todos los niveles sociopolíticos del sistema mundo, hacen que sea lícito interrogarse sobre lo que se esconde tras esta campaña de ingeniería social.

El 22 de marzo de 1980 se erigió en Georgia (USA) un extraño monumento llamado «Georgia Guidestones», cuyo autor fue un misterioso personaje llamado R.C. Christian, seudónimo que remite claramente a la hermandad Rosacruz, creada en 1404, madre de casi todas las sociedades secretas de la actualidad.

El monumento viene a ser como una actualización de «Los 10 mandamientos» bíblicos, ya que en sus dos columnas se inscriben en varios idiomas los 10 principios de una «Edad de la Razón» -¿el Nuevo Orden Mundial?-, que en apariencia son muy loables, excepto el primero: «Mantener a la humanidad bajo 500.000.000 en perpetuo equilibrio con la naturaleza».

Precisamente, el «segundo mandamiento» de las «Georgia Guidestones» enunciaba la necesidad de «Guiar sabiamente a la reproducción, mejorando la idoneidad y la diversidad». Si el primero consistía en limitar la población mundial a 500 millones, entonces hay que deducir que el propósito de ese «guiar sabiamente» tiene como objetivo lograr esa reducción. ¿Cómo? Los métodos tradicionales para reducir la población han sido las guerras y las pandemias. De conflictos bélicos siempre andamos muy bien surtidos, y, en cuanto a las pandemias, cada vez hay más sospechas fundadas de que los últimos virus que han surgido como amenazas para la salud mundial -SIDA, Ébola, Zika- pueden haber sido diseñados en laboratorios.

¿Tendrán algo que ver con este siniestro plan el aborto y la LGTBI? Los medios de comunicación y los foros internacionales nos quieren hacer ver que el objetivo de una reducción tan drástica de la población mundial es el «desarrollo sostenible», pero lo que subyace es el secreto inconfesable de que para la plutocracia globalista sería mucho más fácil imponer su Nuevo Orden Mundial una población de 500 millones, que a otra de 7000 millones.
Aunque puedan parecer novedosas, las legislaciones que favorecen al lobby gay y al aborto fueron planeadas en el año 1959, cuando se empezó a trabajar en el llamado informe «Iron Mountain» -«Montaña de hierro»-, que se ultimó en 1966, aunque se mantuvo en secreto hasta 1996. Este proyecto secreto se conoció bajo el nombre de «New Man», cuya línea maestra era diseñar el futuro «hombre gay» de la actualidad. Sus pautas esenciales fueron delineadas por el Instituto Tavistock de Relaciones Sociales, el más importante «think tank» ligado al Nuevo Orden Mundial.

El propósito de este trabajo era la disminución de la población mundial destruyendo la familia, con el objetivo de detener la reproducción sexual a través del aborto, la homosexualidad y las enfermedades, por un lado; y el empleo de los medios de comunicación para manipular las mentes de los ciudadanos, por otro.

Las Naciones Unidas han designado oficialmente el 31 de octubre como el día de los 7 mil millones. Ese día, se estima que la población de la tierra llegará a 7.000 millones por primera vez.

Extraña casualidad, pues van a anunciar esa noticia justo en la noche de Halloween, la festividad de la muerte…

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