Alfonso Ussía

«Otegui comparte con Iglesias la psicopatía coperniquiana»

"Otegui comparte con Iglesias la psicopatía coperniquiana"
Alfonso Ussía. PD

Alfonso Ussía está convencido de que Arnaldo Otegui, por más que se empeñe, no tiene hueco ni lugar en la política, que todos sus crímenes va a tener que pagarlos con una inhabilitación de abrigo:

Difícil superar en chulería majadera la última declaración de Otegui: «No va a haber tribunal, ni Estado, ni Guardia Civil, ni Ejército español que impida mi candidatura a Lehendakari». Asombra su vanidad. Basta un oficio, un papel, o un correo electrónico de la Junta Electoral para impedirlo. Ni el Estado, ni el Ejército español, ni la Guardia Civil van a mover un dedo. Hasta febrero de 2021, este delincuente al que admiró Zapatero y hoy forma parte del grupo de ídolos de Pablo Iglesias, no puede ser elegido para nada, a excepción de la presidencia de su comunidad de vecinos. Y aventurar futuros a cinco años vista, no es estrategia inteligente. Otegui come y bebe con delicia, y su caso es único entre los huelguistas de hambre. Iniciaba la huelga de hambre con noventa kilos de peso, y una semana más tarde la báscula le señalaba noventa y cinco. El doctor se lo dijo: «No más huelgas de hambre, Arnaldo, que vas a explotar». Hasta Hebe de Bonafini le mandaba desde Buenos Aires envases con dulce de leche, que hacía personalmente para Otegui durante el tiempo libre que le restaba estafando con sus promociones inmobiliarias. Hasta Cañamero le enviaba perdices de sus cacerías en El Coronil magistralmente escabechadas en su casa de «monte malo». Hasta Ada Colau le surtía de butifarras, y Carolina Bescansa de botellas de leche. Cuando Otegui renunciaba a mantenerse en huelga de hambre, aquello parecía una bola.

Asegura que:

Otegui comparte con Iglesias la psicopatía coperniquiana. El mundo me rodea, y por ello, me pertenece. Si el mundo que me rodea se opone a ser mío, cualquier método es legal para enderezar su rebeldía. En el caso de Otegui, representando la crueldad del más brutal y abyecto terrorismo, brutal y abyecto por simple definición. Iglesias está más en el machismo disfrazado de sonrisas, machismo puro, duro, grosero y verbalmente violento como bien sabe Mariló Montero.

A Iglesias apenas se le ve ni se le oye después de las últimas elecciones. Otegui se muestra más activo, pero su actividad carece de interés porque sus objetivos no se pueden cumplir. Su situación es parecida al del futbolista que termina de ser expulsado del terreno de juego y le ruega al árbitro que le permita tirar el penalti. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, que dijo el Guerra aunque muchos se lo atribuyan al Gallo.

Vaticina que:

Fuera de la política hasta el año 2021, a Otegui se le va a hacer la espera muy larga. Tan larga, que es muy probable que en 2021 los vascos no sepan quién es y a qué se dedica, aunque en el resto de España nadie olvide a qué se dedicó. Otegui se mantuvo durante lustros al mando del brazo político de una banda terrorista. Previamente, formó parte de algún comando, y de ello puede dar fe Javier Rupérez y no, por desgracia, Gabriel Cisneros, ya fallecido. Pero aquello de los comandos y el riesgo que la actividad terrorista conlleva, le dió bastante susto, y eligió el camino del terrorismo verbal, del despacho y la buena vida. No obstante, cuando se aburría, llamaba al socialista Eguiguren, y se divertían de lo lindo recorpacio dando lugares y anécdotas. Cuando Otegui fue condenado y encarcelado por la comisión de un delito común -en España no se contemplan los delitos por opinión o militancia política-, Otegui fue recibido en su tierra como un héroe, y como héroe tratado por los radicalismos españoles empeñados en destrozar a España. Pero si algo no se le puede llamar a Otegui, es «hombre de paz», como han hecho Zapatero e Iglesias.

Y remacha:

Por otro lado, apenas importa lo que vaya a hacer Otegui en los cinco años que le restan para ocupar un eslegal en la política española. Por mí que haga lo que quiera. Ir al frontón, acudir a las regatas de traineras, aprender a bailar la «espatadantza» o cortar troncos de roble con el hacha del escudo de la ETA. Con serpiente enroscada, mejor, a ver si hay suerte y le da un mordisco. Puede pasear por Elgóibar y abrazar a sus amigos, y tomar chatos y comer cocochas de merluza. De verdad, que nada importa lo que haga o deje de hacer Otegui durante estos cinco años que van a terminar con sus oportunidades. Otegui es un cadáver político. Y ni el Estado, ni el Ejército, ni la Guardia Civil, ni la Policía Nacional, ni la novia del delantero centro del Athletic de Bilbao van a impedirle nada. Se lo impide la justicia de un Estado de Derecho masacrado por el terrorismo que Otegui ensalzó. Y no hay tu tía.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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