Manuel del Rosal García

«Antonio, ve duchando a los niños. Hoy tengo clases de sexo»

"Antonio, ve duchando a los niños. Hoy tengo clases de sexo"
Manuel del Rosal García. PD

– ¿No podrás venir a ayudarme un poco?
– Imposible, cariño. Hoy es jueves y, como ya sabes, tengo clases de sexo y erotismo.
– Bueno. Por favor, no tardes mucho.
– Lo intentaré, pero no depende de mí, depende del tipo de sexo que hoy nos toque practicar» Conversación entre un matrimonio moderno.

En los últimos seis o siete años han proliferado como hongos en un húmedo sótano las escuelas eróticas para mujeres casadas. La mujer moderna, ya de por sí, y debido a lo difícil de compaginar trabajo y familia, casi carece de tiempo para las labores domésticas. Si a esto unimos su asistencia a las clases eróticas, la mujer casada de hoy poco o nada puede aportar a su cometido doméstico, cometido que, a pesar de que el macho moderno y progresista ha dejado de ser alfa para pasar a beta, le corresponde en parte.

La última información sobre costumbres de gasto de los españoles nos dice que los gastos de los hogares en productos alimenticios, han descendido por segundo año consecutivo mientras aumenta el gasto en restaurantes y comida rápida on line. Esto es lógico cuando sabemos que la mujer casada está muy atareada en su trabajo y en su asistencia a las clases eróticas. No existe información sobre lo que opinan los hombres casados de tener que comer fuera de casa y, si lo hacen en casa, conformarse con una pizza reseca. Tampoco opinan nada sobre el duchar a los niños. En cuanto a que sus mujeres acudan a las clases eróticas; no saben, no contestan.

Durante el régimen franquista y dentro de Falange existió una llamada sección femenina. En ella se enseñaba a las mujeres españolas como llegar a ser una buena madre, una buena esposa y una buena mujer. Para ello se le daban clases de bordado, de confección, de cocina y de atención a los mayores. Sobre sexo no, sobre sexo nada se enseñaba, pues aquellas mujeres aprendían, como siempre se ha aprendido: durante el devenir de la vida; esa universidad mucho más real y completa que cualquier facultad, incluidas las academias eróticas actuales.

Yo no voy a echar aquí un panegírico sobre lo que aportaba a la mujer española de aquellos años las enseñanzas que recibía de la sección femenina, pero si voy a decir qué si una mujer casada y en los tiempos actuales tiene que acudir a academias eróticas, es que poco o nada ha aprendido en el transcurso de su vida o que su compañero sentimental es un pardillo y un pringao en asuntos de amores; o ambas cosas.

A no ser, claro, que la mujer casada acuda a esas academias, no para aprender, sino para practicar lo ya aprendido. Que las enseñanzas de aquella sección femenina podían ser alienantes, ni lo afirmo ni lo niego; lo que si afirmo es que el que una mujer casada pague por aprender técnicas sobre sexo, es alienante para ella y para el pobre del marido que, forzosamente y mientras ella se ilustra en el erotismo más moderno, él permanece en casa comiendo una lasaña congelada enviada en un dron desde un hipermercado y bebiendo una cerveza de lata. Y esto después de haber duchado a los niños, haberles preparado la cena, haberles dado de comer y haberles acostado. ¡Maravilloso!

Termino con una pregunta: ¿La asistencia de las mujeres casadas y no casadas a clases eróticas es un paso más en la liberación de la mujer? Yo creía que la liberación de la mujer, la defensa de sus derechos y la igualdad se alcanzaba mediante la educación, la formación y la justicia. Estaba equivocado.

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