Rafael Torres

Albert Rivera y el sí de los niños

Albert Rivera y el sí de los niños
Albert Rivera. Antena 3

Rajoy no ha hecho otra cosa, desde las segundas elecciones de junio, que esperar el sí de los niños. De los niños, porque como tales se han venido conduciendo los políticos desde las primeras, las de diciembre del año pasado.

Pues bien, ya tiene el primero, el primer sí de los niños, y, como no podía ser de otra forma, se trata del sí de Rivera. A partir de aquí, ya sólo le resta meter en la buchaca el de algunos niños sueltos.

Rivera, que se había abonado al mantra de endilgarle el marrón al PSOE mientras él mismo anunciaba lo mismo que Sánchez, un no de entrada a la investidura de Rajoy, ha debido reparar en el dislate y, sobre todo, en la circunstancia de que mientras los socialistas pueden permitirse ese no, pues, en puridad, no pueden permitirse otra cosa, Ciudadanos no puede, a menos que, perdida ya su función de partido-bisagra por la naturaleza de los últimos resultados electorales, quisiera perder también la de partido. Derecha, como madre, sólo hay una, de suerte que el niño un poco díscolo, o que juega a serlo, no quiere que se le haga más tarde y se dirige a la casa familiar con su sí y con sus condiciones facilitas, chupadas, enteramente asumibles por el PP, para justificarlo.

De otros niños, que parecen haber ido madurando en los últimos meses, los del PSOE, no puede esperar Rajoy el sí, lo que no es óbice para que alguno se ponga malo, o sea requerido por algún urgente asunto familiar, el día de la sesión de investidura. Si fuera diputado Felipe González, que siempre fue un poco de Ciudadanos aun desde muchísimo antes de que éste existiera, su sí lo tendría asegurado, como el de Corcuera, el de Leguina, o, sin recurrir a casos tan extremos, el del extremeño Fernández Vara, pero los que hoy vivaquean en el caserón de la Carrera de San Jerónimo son otros y no tienen la menor intención de emitir, con la abstención en la investidura de Rajoy, que sería un sí en toda regla, su propia acta de defunción.

Quedan aún algunos flecos y unos pocos dimes y diretes, pero el sí de los niños que le permiten arrancar como a él le gusta, confortablemente, ya los tiene Rajoy. Se dice que al que sabe esperar, la realidad le premia. A Rajoy le ha premiado Rivera. Le faltan tan sólo, para completar el premio, algunos niños sueltos.

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