Santiago López Castillo

Hablar por hablar

Hablar por hablar
Santiago López Castillo. PD

Comparezco aquí, amable lector, sin más ínfulas que este leve pero irritado comentario para que vaya al cesto de los papeles. Es un esfuerzo inútil: denunciar las barbaridades, barbarismos y gilipolleces diversas que emplean nuestros parlanchines andantes y demás correligionarios. Si lo intentó el maestro Lázaro Carreter, al que los cronistas deportivos consideraban un extremo vago y perezoso del Real Zaragoza, FC (todavía Rajoy no leía el «Marca»), qué voy a esperar de mi protesta.

Mas no desisto. Algún día -espero no llegue nunca- seré nominado al Nobel de literatura como me vaticinaba una amante catalana a la que respondí con «y tú, puta». Tras los dequeísmos, el lenguaje sexista, los eventos, los inicios, poner en valor…, el cerrilismo lingüístico no se detiene. Culpa de ello la tienen los que se dedican a hablar por hablar, que no son otros que los colegas de profesión y los políticos. En cierta ocasión, con motivo de que Labordeta -por entonces diputado de la Chunta- presentara mi novela «La cruz de la santera» , un asistente del público me preguntó sobre cómo hablaban nuestros políticos. Le contesté que «pésimamente». A excepción del cantautor aragonés, andarín y andariego.

Partiendo de la base de no saber construir una oración, sujeto, verbo y predicado, confundir el singular con el plural, los hispano-parlantes se meten en florituras rimbombantes. V. gr.; «indepes» por independientes; «finde» por fin de semana; vente por 20 (veinte), no merluzo, vente es verbo de dirección, vente conmigo al río, chiquilla…; la mitad de la población «se reencuentran», no, memos, en singular… Y los cantamañanas, cantatardes y cantanoches de la información deportiva, se llenan la boca con palabros, tales como stage en vez de pretemporada, entreno por entrenamiento, el reentré por la reentré o jugará bajo palos… (bajo palio iba Franco). En este sentido, cuando me hice cargo de la dirección de «Estudio Estadio», la esposa de Ramón Mendoza, Jeanine Girod, francesa de nacionalidad, me dijo: «A ver si enseñas a hablar a tus redactores, que no hay quien los aguante…»

Misión imposible. ¿Y qué decir de ese magno verbo que es «postureo» que balan los zurupetos de las ondas especialmente los de las clases medias y pasivas parlamentarias. Quiero concluir, y concluyo, cuando las Cortes se referían a la manida «concertación» política, sólo el culto Leopoldo Calvo-Sotelo advertía de la incorrección del término que era equivalente a enfrentamiento, contienda, todo lo contrario de lo que se quería decir.

Un poco de latinajos les vendría bien a esos parias del destino, porque acudir al latín puro y duro sería demasiado.

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