Laureano Benitez Grande-Caballero

Pedrito, el lobo, y la sinfonía de los indecentes

Pedrito, el lobo, y la sinfonía de los indecentes
Laureano Benítez Grande-Caballero. PD

Poco podía imaginar el compositor ruso Serguéi Prokófiev, cuando el 2 mayo de 1936 estrenó su obra sinfónica «Pedro y el lobo», que su composición iba a convertirse con el correr del tiempo en la banda sonora de la España psicodélica que estamos viviendo desde que el contubernio entre populistas e independentistas irrumpió vandálicamente en nuestra vida política.

Sólo que habría que añadirle un subtítulo: «sinfonía de los indecentes».

Por un lado, tenemos a Pedrito Tácatun, que conspira en un macabro juego a través del cual pretende convertirse en el «Capitán España», que expulse al mar al «Capitán Garfio» Rajoy, objeto de su cruel y vengativa inquina por haber perdido la guerra y dos elecciones. No es que le caiga mal por asociarle a la corrupción pepera, sino que su manía persecutoria obedece a una razón más prosaica y visceral: Pedrito quiere echarle porque, en su paranoica megalomanía, quiere convertirse en Presidente, y eso pasa por defenestrarle.

Todavía resuenan los ecos de aquel debate en el cual le llamó «indecente». Si fue por la corrupción -contra la que Rajoy no ha tomado medidas enérgicas-, haría bien Pedrito en mirar debajo de sus alfombras andaluzas, pues ahí podría encontrar inspiración para la canción del verano «ERE la grasia», que debería haber escuchado en los chiringuitos playeros que tanto ha frecuentado de un tiempo a esta parte, mientras España se desangra en el desgobierno.

Sin embargo, Pedrito no ha llamado indecente al etarra Arnaldo Otegi, pues se ve que el terrorismo no es corrupción, y de las buenas. Bondad graciosa, el PSOE mantendrá su «no es no» contra Rajoy, y, sin embargo, se abstiene a la hora de condenar el intento del terrorista por ser aspirante a lehendakari. Una indecencia.

Por acullá tenemos al «Lobo Rasputín» otro conspirador y filibustero, que dice que es «una mala noticia» que su amiguete Arnaldo no pueda presentarse a las elecciones. O sea, que votarán otro «no es no», mientras jalean con su «si es sí» a un terrorista consumado. Indecencia de libro, pura y dura, lo mismo que cuando defienden al despótico chavismo y al indecente castrismo; o cuando se llenan la boca hablando de derechos humanos mientras masajean a etarras carniceros y esbozan indecentes justificaciones para no condenar el terrorismo islámico.
Indecentes también el lobito potteriano, el ínclito Errejón, que cobra sin trabajar, y luego dice con la mayor caradura del mundo que la izquierda desde plantear «un gobierno decente» como alternativa a Rajoy (sic).
Indecencia epatante que el im-presentable de Garzón hable de «enorme cacicada» para referirse a la inhabilitación jurídica de Otegi.

Indecente que Pedrito, en vez de intentar cazar al Lobo Rasputín, pretenda aliarse con él para dar un golpe de estado que -para decirlo con palabras de Willy el cubanito- se cague en la voluntad del pueblo español, de esa «gente» a la que se quiere tomar el pelo secuestrando su decisión, con la excusa de que no se puede confiar la regeneración del país a un partido marcado por la corrupción. Sin embargo, más indecencia es que esta tribu de indecentes e ineptos quieran gobernar un país al que desean destruir.

Una indecencia, pues el pueblo español ya ha castigado la podredumbre del PP quitándole 50 escaños. Y, como dice la frase, «lo que el pueblo ha votado, que no lo separe el hombre».

Indecente es que el líder que llevaba un partido a sus resultados más bajos de la historia, no sólo no dimita, sino que además pretenda bailar con lobos, rasputines e indepes tal de gobernar a cualquier precio, aunque suponga la hecatombe para su país.

Y la misma indecencia cabe atribuirle a un partido político que mantiene a Pedrito Tácatun como secretario general, en vez de mandarlo como jubiladito a un chiringuito playero de esos que tanto le gustan.
Pero lo más in-decente -para decirlo en dos palabras, al estilo de Jesulín de Ubrique- es que más de cinco millones de españolitos -que seguramente estarán en contra del terrorismo y tendrán alguna dosis de nacionalismo patrio- voten a partidos que amparan a terroristas, que han demostrado una cósmica ineptitud en las instituciones que desgraciadamente gobiernan, que han dejado claras sus actitudes antisistema y antiespañolas, y que, desde las hediondas sentinas de la democracia, están urdiendo una conjura rateril para desguazar el Estado más viejo el mundo.

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