Santiago López Castillo

Parlanchín Carmona

Parlanchín Carmona
Santiago López Castillo. PD

Resulta patético oír a este socialista apellidado Carmona que aupó a Carmena, ay, Carmena, y ahora dice que la gestión de la alcaldesa madrileña es mala tirando a pésima. ¿En qué quedamos, alma de cántaro? Si la generosidad de la más votada, Esperanza Aguirre, le quiso poner a usted de regidor de la Villa y Corte, pero el visceral Sánchez lo impidió, ¿por qué no promover una moción de censura y la sectaria jueza, a la puta calle? Pero es que el PSOE se ha radicalizado tanto que, de no rectificar, irá a parar como los ríos al mar que es el morir.

Este elemento, o sea Carmona, el que se proclamaba victorioso en la precampaña municipal, y recibió una estrepitosa derrota, destituido de la federación socialista madrileña, encima, es digno de admiración porque fustigado y vejado por el ególatra y fatuo de Pedro Sánchez le sigue la corriente, María Cristina -o Mariano fuera del estribillo- me quiere gobernar y yo le sigo la corriente. No, no y mil veces no. Eso se llama disciplina de partido o el que se mueva no sale en la foto; por lo tanto, prietas las filas, ar (a eso, el socialismo llama «democracia interna»).

Antonio Miguel Carmona, a resultas de sus peregrinas afirmaciones, se está convirtiendo en un pésimo augur. No da una. No es recomendable hacer con él una quiniela ni jugar a medias una bono-loto. En cuanto a la situación política general, el edil socialista afirma que ni la Virgen desbloquea la situación ante la poca talla que tienen algunos políticos. Diga usted Rajoy, blanco y en botella, si ya su jefe de filas, el vendedor de la planta de caballeros de El Corte Inglés, le insultó en corto y por derecho llamándole «indeseable». En el PSOE, el insulto y la descalificación corren de boca en boca, maricón el último.

El bueno de Carmona, ay, Carmena, es un producto de esa televisión bufa que abre debates porque los contertulios tienen boca. Pero, añado, carentes de raciocinio. Todo lo basan en el rencor, el guerracivilismo, la memoria histérica y, en resumen, en el dictador y la dictadura. Pero no dicen, en cambio, que cursaron sus carreras con Franco. Igual que aquella sectaria socialista que el no menos sectario de ZP la puso al frente de RTVE, y yo la padecí para mi honra y orgullo de la profesión periodística independiente. Bueno, pues la desmemoriada Carmen Cafarell se olvida que su padre trabajaba todos las semanas en «Estudio 1», el gran programa que inició al país en el amor por el teatro. ¡Qué malo era el Caudillo!

Espero que Antonio Miguel Carmona, que tiene una bis cómica aceptable para ingresar en el Club de la Comedia, no se me enfade. El bufo, según la RAE, siempre ha servido para entretener y más en estos tiempos abúlicos en que un determinado socialismo bloquea la gobernabilidad de España.

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