Instagram, Facebook o Twitter: «Estoy en un restaurante con dos estrellas Michelin. Le voy a dar un homenaje a mi chica. Más tarde iremos al teatro, para terminar en la habitación del Villamagna». Vida real: Estoy solo en la cocina de mi apartamento de 35 m2, voy a poner un congelado de mierda en el microondas para cenar. Después me voy a tirar en el sofá a aburrirme viendo la puta televisión»
Ejemplos como este los hay a millones circulando por las redes sociales en las que los ciudadanos se engañan a sí mismos. Engañar es malo, engañarse a sí mismo, además es de imbéciles. Otro ejemplo. Facebook, Instagram o Twitter: «Estas son las fotos de nuestra estancia en Ibiza». Vida real: «Una semana de mierda en el pantano de Cazalegas para ponernos morenos y luego presumir de que hemos estado en Ibiza».
Yo llamo a las redes sociales «Patio de vecindad virtual» con todos mis respetos para aquellos patios de vecindad, aquellas corralas tan entrañables donde sí que, de verdad, se tenían cientos de amigos y se compartía la vida. En aquellos patios de vecindad todo era auténtico porque todo el mundo se mostraba ante los demás sin tapujos, y los que lo hacían se les conocía de inmediato porque nada podía ocultarse. Todo lo bueno, todo lo malo, todas las miserias, todas las dichas de todos eran conocidas y compartidas. Se discutía, se enamoraban, se odiaban y se amaban, Pero sobre todo se ayudaban los unos a los otros.
Aquellos patios de vecindad, aquellas corralas eran un hervidero de vida, de verdaderas relaciones sociales. Los cantos de las modistillas, los gritos de los niños jugando, las voces de las madres reprendiéndoles, los requiebros de los enamorados, los distintos ruidos de los artesanos en sus trabajos; todo entremezclado con los olores a fritanga a cocido y verduras; algunos de aquellos patios con una fuente en medio de la plaza comunal que alegraba con su sonido cantarín y refrescaba en las calurosa tardes y noches de verano. Esas sí que eran verdaderas redes sociales. Redes como urdimbres ensambladas entre personas que compartían sus penas y sus alegrías desde la humildad y la verdad. Todos conocían lo de todos y todos estaban dispuestos a ayudar a su semejante. Había encontronazos, enfrentamientos, ¡por supuesto!, como siempre cuando existe una convivencia, pero todo se arreglaba con buena voluntad, con humanismo, con caridad.
Los patios de vecindad eran una mezcla de todas las virtudes y todas las carencias del ser humano que, como tal, tiene sus limitaciones; pero eran auténticas, reales. Todo lo contrario, son las llamadas redes sociales virtuales en las que impera la mentira, la apariencia; donde se esconde lo oscuro y se muestra, brillante y reluciente, lo que se quiere mostrar.
¿Amigos en las redes sociales? ¡Amigo mío! Si ya es difícil encontrar amigos en las relaciones interpersonales ¿cómo encontrarlos tras una pantalla de cristal líquido que solo muestra las facetas que ese «amigo» quiere mostrar, escondiendo su verdadero yo, su verdadera situación? Además, esos «amigos» hacen todo eso en la más absoluta impunidad engañando y tergiversando y, lo peor, engañándose a sí mismos al creerse estúpidamente sus propias mentiras que emiten a través de las fotos y los comentarios en 140 caracteres. Redes sí. Redes que te atrapan como la araña atrapa a su presa en su telaraña de la que ya no puedes escapar. Redes frías, distantes, solitarias, aunque en tu cuenta aparezcan miles de «amigos».
En resumen, patio de vecindad virtual carente de todo lo que siempre ha caracterizado la relación entre personas: mirarse a los ojos, oír la voz del otro, sentir físicamente su cercanía, compartir los buenos y los malos momentos, rozar la piel…Uno puede explicarse fácilmente la crisis actual de relaciones entre las personas, cuando las relaciones a flor de piel han sido sustituidas por las relaciones a la larga distancia y a través de una pantalla iluminada de un ordenador o de un móvil.
Termino con una frase del escritor y filósofo francés Jean François Leroy «Twitter te hará creer que eres sabio, Instagram que eres fotógrafo, y Facebook que tienes amigos. El despertar va a ser duro»