Andrés Aberasturi

¿No hay nada más tonto que un obrero de derechas?

Desde siempre hemos oído -y tal vez creído- una frase que aún parece seguir vigente y que viene a decir, con variantes, que «no hay nada más tonto que un obrero de derechas».

Naturalmente es una estupidez porque hasta ahora nadie ha definido qué es exactamente eso de la derecha y la izquierda en este siglo XXI y qué valores tienen uno y otro concepto.

Como no existe una respuesta matemática, tal afirmación es tan absurda como decir que no hay nada más idiota que un empresario de izquierdas, pero esto último no ha calado ni siquiera en la época de la «beautiful people» del PSOE.

Pues parece que, por fin, los sindicatos, o al menos el nuevo secretario general de la UGT, se han dado cuenta de la tontería repetida y empieza a entender algo inédito en España: que los sindicatos son lo que son y no otra cosa. Lo intuyó Nicolás Redondo padre y así le fue en el PSOE y en parte de la propia UGT.

Ahora llega Pepe Alvarez reemplazando a Cándido Méndez y no se corta un pelo con la siguiente afirmación «Quiero que la UGT se convierta en un sindicato en el que los militantes de todos los partidos se sientan cómodos… Tenemos que conseguir que haya trabajadores del PP en UGT.

Eso nos va a ayudar además para que el PP sea un partido socialmente más comprometido». Y sólo por esta declaración, uno vuelve a creer que mereció la pena el sufrimiento de tantos años y de tanta gente.

El problema es conseguir hacerlo verdad, recrear lo que muchos creemos que siempre debió ser el sindicalismo en democracia: una necesidad, una vocación y no un grupo viviendo a costa de los dineros de todos. Si Pepe Alvarez lo consigue en la UGT y alguien decide moverse en CCOO, el futuro está asegurado; de lo contrario la capacidad de los dos grandes sindicatos seguirá cayendo en picado como viene pasando y, encima, salpicada por los escándalos.

El otro protagonista de las dos buenas noticias de la semana ha sido Iñigo Urkullu que repite como candidato del PNV a la presidencia de Euskadi. Sin renunciar a lo que no puede renunciar un partido nacionalista, ha dicho cosas coherentes, llenas de sensatez y realismo tales como que «la independencia en el siglo XXI es como hablar de imágenes del pasado.

Es imposible que hoy un Estado se pueda declarar independiente. No somos conscientes de que más de un 80% de la legislación de cada país es una trasposición de las directivas europeas. Por eso nosotros miramos a Europa cuando abogamos por más soberanía». Poco tiene que ver este pensamiento del líder vasco con las cosas que se oyen en Cataluña dichas por quienes se empeñan en representar -y se engañan- a todos los catalanes.

No se trata, claro, de estar de acuerdo en todo y con todos, pero sí de ser capaces de entender que el mundo ha cambiado y que o cambiamos con el mundo o nos quedamos -otra vez- un siglo por detrás de la Historia. Es posible que muchos no compartan mi esperanza por estas dos noticias, pero creo que las dos son importantes y abren caminos para un futuro mejor. El resto sigue siendo desolación y hartazgo.

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