Manuel del Rosal

Crónica de un suicidio anunciado (PSOE)

Crónica de un suicidio anunciado (PSOE)
Manuel del Rosal García. PD

Arnold J. Toynbee, historiador británico acuñó esta frase al referirse a la paulatina decadencia y caída final de las sociedades y las civilizaciones. “Las sociedades no se asesinan, se suicidan”

Un partido político no deja de ser una sociedad compuesta por individuos que persiguen un fin político común. Como tal, un partido político también puede suicidarse.

Las personas pueden suicidarse por amor, por desesperación y también por la pérdida de su identidad. Con el suicidio buscan solucionar sus problemas, cosa que no consiguen y, además, trasladan esos problemas a sus allegados. Algo de cobardía hay en el suicidio al no querer enfrentarse a los problemas y sus causas, aunque hay que reconocer que en muchas ocasiones el suicida busca todas las salidas posibles a lo que le atormenta, sin encontrarlas. El suicidio es un proceso lento durante el cual la oscuridad del túnel se va acentuando hasta el fatal desenlace.

Que el PSOE se estaba suicidando desde hacía años, lo sabían todos los que se molestan en bucear por debajo de la superficie de las cosas, de las apariencias y de los falsos comportamientos. El PSOE empezó a suicidarse en julio del 2000 cuando la sociedad que lo conformaba votó elegir como secretario general a Zapatero que rompió la identidad del partido, identidad que todavía, y de la mano de otro personaje (Pedro Sánchez), está buscando. Porque el suicidio del PSOE lo ha sido por LA PÉRDIDA DE SU IDENTIDAD. Y cuando alguien o algo pierde su identidad, los que hasta entonces lo acompañaban comienzan a no conocerle y dejan de confiar en él. Los votantes del PSOE no lo reconocen y han dejado de confiar en él. ¿Cuántos millones de votos ha perdido desde hace años? En aquellos momentos en que Zapatero comenzaba a desdibujarlo, la sociedad PSOE ya daba señales de estar enferma. Para verlo bastaba con preguntarse si una sociedad política sana puede elegir como su secretario general a un personaje como Zapatero. Los años siguientes demostraron hasta qué punto Zapatero estaba arruinando a su partido, pero el PSOE siguió caminando por la senda equivocada dirigido por la persona equivocada. Zapatero dejó paso a Pérez Rubalcaba en la creencia de que este devolvería la identidad centenaria al partido; una demostración más de que la sociedad PSOE, no solo no mejoraba, sino que agravaba su estado mental elevando el riesgo de terminar en un suicidio por la cobardía de sus miembros que, por esa mezcla fatal de ceguera y cobardía, prefirieron seguir balanceándose en la sutil y delicada cuerda floja de la autodestrucción, a enfrentarse a los problemas que les había causado los años de gobierno de un personaje nefasto como Zapatero. Rubalcaba, un político acabado, sin ideas, políticamente viejo se enfrentó a Rajoy. Todos lo sabían, sabían que Rubalcaba era historia – mala historia – en el PSOE y que perdería anta Rajoy; lo que no calcularon era la dimensión de la derrota. Y Rubalcaba -haciendo gala de honestidad – dimitió. Se suponía que el escarmiento despertaría a los miembros del partido, pero la melancolía característica de los que se suicidan, la cobardía de quienes, viendo lo que pasaba, callaban y la ruindad y mezquindad de todos, impidieron que la sociedad PSOE pudiera encontrar la salida a su pérdida de identidad y, otra vez, eligieron la salida equivocada: nombraron secretario general a Pedro Sánchez y dieron un paso más en el desolado camino que les llevará al suicidio, si nadie lo remedia. Pedro Sánchez tenía un solo objetivo que se marcó desde el minuto siguiente a su nombramiento como secretario general: ser presidente del gobierno a cualquier precio y, como la pérdida de identidad se había acuciado y nadie hacía nada, él (Pedro Sánchez) dio una vuelta de tuerca más entregando ayuntamientos y comunidades a Podemos, haciendo que el PSOE, ese partido centenario y que ha gobernado más que ningún otro en España, terminara de perder su identidad dejándose caer en los brazos de Podemos. Pero aquí no acaba la cosa; Pedro Sánchez está dispuesto a pactar con los independentistas lo que llevaría a la desaparición del PSOE por suicidio colectivo.

Se dice que el escorpión, cuando se ve rodeado de fuego y no encuentra salida, se suicida clavándose a sí mismo su aguijón. En la pérdida de identidad sucede algo similar: la persona se siente perdida, no se reconoce, duda sobre sí misma, siente un permanente vacío y no encuentra la salida a ese estado emocional insoportable. En consecuencia, algunas optan por el suicidio. El PSOE y desde el año 2000 en que comenzó a perder su identidad, ha ido acentuando esa pérdida sin que los miembros que conforman esa sociedad política, bien por ceguera, por miedo o por cobardía, o por todo junto, hayan hecho frente al problema prefiriendo, tal como le sucede al escorpión, clavarse el aguijón. El PSOE ha estallado, y si lo poco que quede de él no reacciona, el suicidio se habrá consumado.

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