Si todavía queda un gramo de sensatez en algunos de los dirigentes del PSOE, en la reunión del comité federal no debería haber choque de trenes porque, si lo hay, el partido saltará en mil pedazos y no habrá forma de recomponerlo.
Dicen los más viejos del lugar que es necesario buscar con urgencia un hombre de consenso que apacigüe las cosas, que ponga bálsamo aunque las heridas están lacerantes. El problema es que no lo encuentran porque cuando los insultos han sido de ese calibre, de esa potencia, de esa gravedad es difícil olvidar en caliente y encontrar un senador es misión imposible…
Aquí se ha llamado «traidor» a Felipe González dando una puñalada a la memoria colectiva y tocando lo intocable por mucho que, hoy las discrepancias sean evidentes. Se ha llamado incapaz, inútil y mezquino a Pedro Sánchez el secretario general al que antaño se llamaba el number one o «Dios», simbolizando lo que el cargo tenía de intocable.
El jueves me acerqué un momento a la sede socialista de la calle Ferraz, por aquello de palpar en directo lo que estaba pasando y un sobresalto me recorrió el cuerpo ante un espectáculo grotesco. Los viandantes del barrio, siempre animado a esas horas de la mañana, se cruzaban de acera como queriendo evitar que el tumulto terminará por arrastrarles, o solo para no contagiarse de la carga de odio que se palpaba y se expandía en el ambiente.
«Que Dios me libre de mis amigos que de mis enemigos me guardo yo», comentaba en el bar de enfrente un señor de avanzada edad, que le echaba la, culpa a toda una generación de políticos de «medio pelo» en todos los partidos.
«Esto jamás hubiera pasado en la etapa de Suárez, Felipe, Fraga o Carrillo que los tenían bien puestos, pero pensaban en el bien del país, no como estos niñatos consentidos que hay ahora», comentaba en un tono elevado para dejarse oír.
El resto de los presentes en el bar asentía discretamente y solo una señora repetía continuamente ¡Qué vergüenza, que bochorno, un partido tan bueno como este y que le tiren por la alcantarilla unos cuantos!».
Fuera, en la misma acera del PSOE, plagada de periodistas, se vivía, a modo de tragedia, la peor crisis de todas las ocurridas en los últimos 40 años. Las noticias eran que los dos bandos seguían avanzando hacia el choque de trenes, intentando apropiarse de lo poco que queda de un partido atacado por todas las plagas posibles.
Un erudito del las escrituras diría que en su seno se han hecho fuertes todos los pecados y faltas capitales: la soberbia, la avaricia, la ira, el orgullo, la pereza, la envidia y muchos más y solo, así, se puede entender ese «momento cumbre» de los leales al Secretario General atrincherados, mientras Verónica Pérez, presidenta del comité federal, se erigía en «única autoridad del PSOE», relegando a Pedro Sánchez al nivel de «simple militante».
Al parecer las dos facciones pretenden hoy celebrar comités federales distintos a la misma hora en la sede de Ferraz y aunque ambas partes insisten en que están buscando una vía de entendimiento que evite el caos en la reunión, la cosa no está clara.
Un periodista amigo mío suele referirse al «cojonudismo español», como una figura tan retórica como cierta, de definir una sociedad que aplaude sin matices a los que nunca ceden ni retroceden un milímetro siempre que sean las tesis que ellos defienden y desde la lejanía. El asunto es que no es un tema de buenos y malos sino de una lucha a dentelladas por el poder y en el camino socialdemócrata el proyecto se ha hecho jirones.
En esta guerra fratricida, salvo que alguien con dos dedos de frente lo impida, no habrá ni prisioneros ni heridos, todos están muertos y ese campo, de batalla pude ser la tumba de un partido que antes, de verdad, era el que más se parecía a España. !!Qué horror!!