Juan Pérez de Mungía

Caligulados

Caligulados
Torero y toro. TR

El partido de Calígula

Cuidar de la naturaleza, eliminar la crueldad con los animales, preservar o proteger el medio ambiente está en el origen del respeto a los seres humanos. El Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA) invierte la carga de la prueba. Poner cordura a un inmenso disparate, restaurar la dignidad humana cuando la barbarie prolifera es a menudo una tarea titánica y quijotesca.

El lector informado puede recordar la impúdica reacción de Teresa Romero al sacrificio de su perro que fue razón de su cínica declaración de vivir para siempre de haberse infectado de ébola, de no advertir en su peluquería habitual el riesgo que contraían con ella, y de no haber informado de sus sospechas a la médico que atendió incauta sus síntomas. Teresa Romero anteponía la vida de su perro al riesgo de que fuera un vehículo de la enfermedad para otros seres humanos. El PACMA es un partido político que ignora los mecanismos que rigen la evolución natural, y el desarrollo de las especies construido sobre el azar, la competición y la supervivencia. ¿Puede advertirse a las personas de aquellas acciones suyas que por ignorancia mantienen en contra de la naturaleza cuyo desarrollo no pueden controlar? ¿Puede advertirse a las personas de la incoherencia de defender a unos animales frente a otros, que existan animales más dignos de protección que el vasto número de especies amenazadas de extinción? ¿Por qué matar a un perro o a un gorila sólo para proteger a un ser humano?. Los estatutos y los objetivos animalistas del partido de Calígula pueden dejar al lector pacmado.

¿Qué pretende el partido animalista? Calígula hizo a su caballo Impetuoso senador. La coartada de quien ignora las causas de la conducta humana es considerar demente al que así actúa, pero la demencia en sus variadas expresiones nunca produce ni un Calígula ni un Hitler, ni un Gadafi. Calígula construyó para Impetuoso una caballeriza de mármol con pesebres de marfil, jardines y sirvientes. Impetuoso bebía vino servido en copas de oro y comía manjares, ratones, calamares, mejillones y pollo. !Lástima, animales! Incluso tuvo una esposa humana, Penélope, perteneciente a una familia noble de Roma. Calígula caprichoso como Gadafi defendía a su caballo sacrificando al jinete que le hizo perder una carrera. El Partido Animalista defiende «los intereses y derechos de los animales». La etiqueta de «Maltrato Animal» sólo es el cebo para que muerdan el anzuelo los humanos incautos, quizás una parte significativa de sus 285 mil votantes que les darían mas representación política que a Bildu y tantos como el PNV de existir un distrito electoral único. O quizás es siempre razón para aquellos humanos pervertidos que viven en su intimidad una experiencia no punible legalmente como ese propietario alemán que ha pedido a su novia, perra, en matrimonio y así figure en el registro civil.

El mundo animal

Casualmente la primera ley, la mas extensa y propiamente animalista, fue introducida por el partido nazi por decreto el 24 de noviembre de 1933. El objeto central de la ley era precisamente condenar el maltrato, el dolor, o la muerte inmotivada de un animal. La ley era una expresión perfecta de lo que sería una norma ideal, fabricar un discurso que al modo clásico expresa más por lo que silencia que por lo que declara: respetar la vida animal y protegerla es un objetivo perfecto si ese respeto y protección a los animales es metáfora del mayúsculo respeto que merece un ser humano. El motivo encubierto de la ley nazi era tratar a los animales como no se trataba a un ser humano fueran feos, retrasados, gitanos, homosexuales o judíos, o para el caso, no arios. La eugenesia defendida con ahínco por los partidos socialistas de la preguerra produjeron nuestro caso Hildegart.

Más de 550 millones de canes con dueño o sin el se mueven por el mundo, 70.000 personas mueren por rabia, 45 millones de personas desarron algún tipo de enfermedad de los canes que les dominan. Más de 120 millones de toneladas de mierda mueven una industria en Europa y Estados Unidos de 538.000 millones de euros para un censo canino de 160 millones, lo que supone un gasto medio de 3.362 euros por baba de perro en el primer mundo, una cantidad que podría acabar con el hambre en el mundo.

El Partido Animalista representa los más bajos instintos al defender para los animales los derechos que no se reconocen a los seres humanos. Los objetivos políticos del PACMA sirven como la ley nazi para encubrir sus objetivos: los derechos animales y la sanidad veterinaria universal independiente de la nacionalidad animal. Los herederos genéticos de Calígula han desarrollado un cerebro igual al cónsul de Bitinia, Impetuoso.

¿En que se amparan quienes se postulan en el lugar de los animales? El maltrato animal gratuito o inmotivado es un síntoma universal de sociopatía; el asesino se entrena en la impunidad del maltrato animal antes de hacer lo propio con seres humanos, como el célebre nazi del filme Novecento de Bertolucci. ¿Puede apelarse al derecho de los animales en contraposición al maltrato animal? Los usos del lenguaje revelan cómo se ha degradado el ser humano. Un repaso rápido muestra que se usa «pata» en lugar de «pierna», «pelo» en lugar de «cabello», y otras palabras que se empleaban típicamente para referirse a seres humanos como «bebé » se extienden a lo que razonablemente debería llamarse «cría». Los perros y gatos se adoptan como hijos y hermanos, y forman parte de la familia; los bebés se crían y las mujeres se preñan y las gatas se embarazan.

Los Derechos de los Animales

Las animales pueden ser funcionales, útiles para el ser humano. No hacen falta leyes específicas para reestablecer ese respeto a la naturaleza y a los animales si se enseña y obliga coercitivamente a que cada ser humano sea digno de respeto, porque cualquier acción inmotivada lleva en sí mismo la misma semilla criminal. El mundo ya conoce las consecuencias de esa singular protección animalista en la conducta nazi: negar la condición humana a algunos seres humanos. Cuando Adolf Eichman fue interrogado y su interlocutor reconoció su sensibilidad hacia la música y hacia los animales, Adolf Eichman declaró que no sentía compasión por los niños asesinados porque no eran niños, sino judíos.

Apelar a los derechos de los animales es una inversión torticera de lo que sería respeto a la naturaleza, se olvida que el ser humano es sagrado, un fin para sí mismo. No se trata de la evidencia biológica de que el ser humano se encuentre en el eslabón más alto de la cadena trófica, ni tampoco que los animales que no están amenazados de extinción sean precisamente aquellos que satisfacen necesidades humanas. El animalismo es una ideología que desprecia al ser humano, la negación de su naturaleza, la única especie que sólo es fin para sí mismo, ni medio, ni objeto, ni esclavo. Precisamente lo que descubrieron los nazis, y la cultura ha generalizado, es hacer del ser humano un objeto para otros que puede ser despiezado para convertirlo en objetos de uso cotidiano como muestran los innumerables museos del holocausto, como en el pavoroso espectáculo del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau donde el visitante puede ver los objetos que pueden hacerse con piel humana, con cabello humano, etc., o con la grasa humana para los jerarcas nazis. ¿Puede haber alguien al que no le sobrecoja la experiencia, que no experimente la experiencia de Felix Grande en el inmenso poema La cabellera de la Shoá?.

No hay duda de que es la motivación objetiva de la acción la que legitima unas acciones contra otras. Ningún ser humano está sujeto a un impulso irrefrenable en la comisión de un delito. No existe acción humana inevitable. Si una persona se ensaña sin motivación objetiva con un animal debe ser condenado porque el sujeto que maltrata a un animal o lo condena a una muerte segura no es ni más ni menos que el medio por el que viene a entrenarse en la insensibilidad hacia otros seres humanos. Los nazis prohibieron la vivisección pero sólo de los animales.

Condenar esa conducta criminal inmotivada con los animales, no puede tomar a los animales como sujetos de derechos, ni puede jamás justificar que aboguemos por dejar de comer carne, no emplear animale en la investigación, en nuestras fiestas y celebraciones, o convertir a los animales en deidades. Si las vacas son sagradas en India no es por amor a las vacas ni porque representen dioses. Es la estrategia perfecta para preservar las condiciones de vida de los seres humanos, por el valor de uso que estos animales tienen como explica el famoso antropólogo Marvin Harris, en su best-seller Vacas, cerdos, guerras y brujas: los enigmas de la cultura (1974, 1a. edición al español: 1980), es el caso en otras culturas humanas como los Masai o los Bubal: el hombre es el único animal en la tierra que es fin para sí mismo.

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