La mayoría de las veces son ellos los que salvan nuestras vidas. En los seísmos, tifones, huracanes, tempestades, demoliciones… Esta vez no. El impío huracán «Matthew», que azotó toda Florida y parte del universo, ha servido para que el hombre no sea excluyente y comprenda que los seres que nos rodean también son hijos de Dios. El Jacksonville Humanne Society, centro que alberga a nuestros queridos amigos (déjense de amos y esclavos), dio la voz de alerta al ver que perros y gatos corrían en manada, despavoridos. Había que acogerlos. Serían, grosso modo, unos doscientos. El pueblo norteamericano tiene a gala la generosidad y la buena acogida siempre que no vaya enfundada en la mochila del terror yihadista.
En mi experiencia como animalista, nunca ecologista, tiene componentes políticos, a los que no soy adicto, conseguí brindar a los telespectadores de «En Verde», mi último programa en TVE-2, con un episodio único, inigualable: un labrador, perro hermano del golden retriever, la raza pura de mi inolvidable «Niebla», salvó de la muerte a su inseparable amigo, que era un ciego colombiano, bajándole hasta el suelo, paso a paso, desde la planta 112 de las Torres Gemelas de Nueva York en la fatídica fecha del 11-S .
– «Mi perro fue mis ojos y mi vida…»
El otrora corresponsal de TVE, hermano de la Milá, cara de pasa, Lorenzo Milá, se negó a realizar un reportaje exclusivo. Pero como iba de progre, descorbatado y lelo, me obligó a contratar un equipo free-lance en Nueva York que hizo del caso un auténtico cuento de Navidad cuya letra y música la puso este humilde servidor. Un reportaje espléndido. No por mí sino por el perro «Solty» que salvó de la muerte a su fiel y mejor amigo y viceversa si así hubiera ocurrido.
Tengo ante mí -en mi colección de soldaditos de plomo que pueblan las estanterías de mi librería- una figura emotiva, inigualable, en la que un bombero USA lleva en sus brazos a un perro divino rescatado del fuego. Me enternece la estampa chamuscada de dolor y afortunadamente salvada. Pero a lo que iba. Hasta los damnificados del huracán «Matthew» sienten los aullidos y mugidos de los gatos.
Nuestros mejores amigos, incluidas las ardillas, nos advierten de la catástrofe que se avecina.