Black is black, babies. Antes que el perogrullesco «fútbol es fútbol», antes que el sanchista «no es no», se inventó el bravisimo «black is black», que de canción prodigiosa ha degenerado en nuestros días en fangoso estribillo de la prodigiosa corrupción podemita. Iba a decir «chapeau», pero hay una palabra que califica mejor a esta casta prodigiosa: «¡Bravo!». Apenas acaban de sentir en sus carnes la caricia sedosa del terciopelo –rojo, por supuesto– y ya bailan orgiásticamente la conga farfullando el famoso y prodigioso estribillo: «Black is Black».
Y es que es absolutamente prodigioso que esta mesnada bolivariana –apenas aterrizada en la arena política– sea ya una experta en las corruptas artes de la nigromancia, en las que se licenciaron cum laudem en las aulas rojas de la Complotense, hasta formar un verdadero gang de un avasallador color azabache, un siniestro ejército black donde marchan prietas las filas tramposos, defraudadores, especuladores inmobiliarios, empresarios de autónomos, perillanes y rufianes. Algunos de ellos –como la Tania y el Espinar– auténticos niños prodigio de la nigromancia, pues apenas eran unos becarios «sin futuro», y ya eran expertos tiburones inmobiliarios.
La traducción más ortodoxa del «black is black» es que «Negro es negro». O sea, que el «Coleta morada» debería pasar a llamarse «Coleta negra», porque esa negritud supone que «corrupción es corrupción», aunque el Turrion, haciendo unos vergonzantes juegos malabares, presente el choricero como ejemplo a seguir, actos perfectamente éticos, y eche la culpa de esa negritud a «los poderosos»: IBEX, PRISA, y la caverna fangosa que conspira sibilinamente contra sus adorables angelitos. O sea, no sólo no son corruptos, sino que además son la reserva ética de Occidente. Bravo.
Pero hay más traducciones para el «black is black». Una muy buena podría ser «Espinar es Espinar», o sea, de tal palo tal astilla, porque tanto monta, monta tanto, el papito como el niñato, que decía no sé que sobre que era descendiente de obreros supervivientes a las degollinas de la derecha. Bravo.
No ha inaugurado un nuevo choriceo podemita, ya que la especulación inmobiliaria por parte de los radicales ya la había patentado Tania Sánchez tramposeando en Rivas Vaciamadrid, pero al Espinar le corresponde el récord de precocidad, ya que consiguió el título de «black» a los 23 años, un año antes que la vestal ex del Coletas. Más que título, «Master» total, porque es epatante en grado sumo que se despotrique contra los pelotazos inmobiliarios y se despotrique contra los desahucios mientras se hace tracatraca con los pisos sociales que deberían ser de la «gente».
O sea, que presumían de ser VIPs, y han degenerado en VPOs. Y, de paso, han incluido en las prácticas mafiosas podemitas las corruptela de la castiza conocida como «pelotazo», marca de la casa, a la cual hay que añadir los «braguetazos» venezolanos e iraníes.
Como presumían de guerreros mesiánicos rescatadores de proletarios, pues también han caído en la tentación de los sablazos, hasta formar una verdadera cohorte negra donde brillan como luminarias de la hipocresía reconocidos y taimados black como Harry Errejon –alias «trabajo black»–, Monedero «Alasaca» –eximio ejemplar de «Hacienda black»– Echenique –inventor de la «dependencia black»–, y el Pablenin, empresario black de una legión de autónomos, a los que pagaba «Con Mano Izquierda».
Y otra especialidad black podemita es el «dedazo», arte nepotica creadora de los «enchufes black», cuya práctica está tan extendida en el podemismo que se hace imposible citar algún representante «top». Así, amiguetes, conyuguetes, sobrinetes, cuñadetes y etcétera han hecho fulgurantes carreras de trepas hasta los pináculos del poder. ¡Bravo! O sea, que ya solo nos falta un «azo black»: el «coletazo».
«Black is black», o sea, «chorizo es chorizo», traducción magnífica, pues esta banda lo hace tan bien, que su choriceo es de auténtica pata negra. Y ahí les va otra traducción maravillosa: «fango es fango».
Y en la negritud podemita no podían faltar sus aclamadas «viudas negras», cuya maestresala es la Rita, hierofante suprema de «las brujas que no pudimos quemar». Y ya se sabe de qué color son las brujas.
En fin, que la nigrofilia podemita me ha servido para desentrañar de una vez el porqué del gesto del puño en alto de esta cofradía bolivariana: es cierto que simboliza su amenaza de golpear con el, derribando sistemas e instituciones, pero tanto black is black me ha llevado a la conclusión de que, en realidad, los podemita no son sino una prosaica «cofradía del puño cerrado», porque otra traducción del «black is black» es que, amigos, «la pela es la pela».