Fernando Jáuregui

Lo importante no son los ministros: ¡es el Gobierno, estúpido!

Lo importante no son los ministros: ¡es el Gobierno, estúpido!
Fernando Jáuregui. PD

Ahora que tan de moda se pone el apellido Clinton, me viene bien parafrasear aquella frase, tan conocida, de un asesor del ex presidente y marido de la -espero que- futura presidenta de los Estados Unidos, ‘¡es la economía, estúpido!’, para hablar del nuevo Gobierno de España.

Lo digo porque no creo que merezca la pena tanto fijarse en el perfil de los nuevos (y los viejos) ministros, todos ellos, me parece, personas estimables, cuanto en el del Gobierno en su conjunto.

Y, viendo a este equipo de nuevos (y viejos) miembros del ‘team’ de Mariano Rajoy, todos ellos patentemente dialogantes, con un talante excelente y con un no demasiado acusado perfil político -con una sola excepción, quizá, en los tres casos, y dejo al lector que decida de quién se trata–, me pregunto si es este el conjunto gubernamental necesario para hacer frente a los nuevos retos.

Lo primero que se me ocurrió, al leer la lista de los nuevos -y viejos- ministros, fue preguntarme si Rajoy había entendido el mensaje lanzado por estos casi once meses de parálisis política, un período en el que dos sucesivas elecciones generales no habían arrojado un claro ganador en las urnas, aunque, cierto, el PP venció a los demás partidos en ambos casos.

Rajoy resultó investido gracias al apoyo ‘crítico’ -pero apoyo- de Ciudadanos y a la abstención -que valió su peso en oro, aunque la torpeza de Pedro Sánchez impidió las contrapartidas- del PSOE.

Quizá algún guiño a la negociación inminente, inevitable para prolongar durante tres o cuatro años el Ejecutivo del PP, hubiese resultado conveniente a la hora de formar este Ejecutivo. En principio, no ha habido ni guiños ni señales de humo: Rajoy ha formado un equipo de gentes del partido, o como si lo fueran, fieles a la doctrina marianista. Como si aún conservase la mayoría absoluta.

Luego, si lo piensas con más calma, te das cuenta de que todos ellos -bueno, quizá con la excepción mentada, o no mentada- son personas con una gran capacidad de diálogo, un equipo -con una excepción, ya digo- muy cohesionado en torno a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, que ha visto cómo salían del elenco dos de sus principales enemigos.

Quien piense que la ‘número dos’ pierde poder porque en el Consejo de Ministros se va a sentar una persona con la que no se entiende, se equivoca: va a ser ella quien negocie la paz territorial y quizá también la social. Todo, o casi, va a depender de ella, en quien Rajoy descansa muchas responsabilidades.

Y yo, si tengo que decir la verdad, tengo bastante confianza en la capacidad de diálogo y negociación de doña Soraya, que ya no puede desgastarse más haciendo de portavoz gubernamental, no porque pierda esa parcela, sino porque entiendo que tiene cosas más importantes que hacer, una vez que Rajoy ha decidido no incorporar un ministro para la negociación con las autonomías más complicadas -véase Cataluña- ni para las reformas imprescindibles legales y administrativas, algo que, a mi juicio, empobrece a este Gobierno y no deja otro remedio que confiar en la probablemente buena gestión de la vicepresidenta.

Así, más allá de las incorporaciones, quizá afortunadas, o de las salidas y permanencias en un Gobierno que, en cuanto a lo noticioso, nos ha decepcionado, creo que conviene fijarse más en el conjunto y esperar que, si Rajoy sigue comportándose como si nada hubiese ocurrido desde el pasado 20 de diciembre, al menos sus ministros hayan entendido que ha llegado el tiempo de los cambios y del Cambio, de la regeneración política.

Pensar que nada debe cambiar porque todo va bien sería, en estos momentos, punto menos que suicida. Quiero estar seguro de que este Gobierno, con el que Rajoy inaugura una Legislatura que va a ser de aúpa, comparte, el menos, este criterio.

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