Juan Antonio Cordero

El corsé del progre

El corsé del progre
Juan Antonio Cordero. PD

Sabido es que los conceptos van cambiando su significado con el paso el tiempo, en parte por el uso que vamos haciendo de ellos y en parte por las variaciones que el concepto va experimentando por sí mismo.

El abuso que sufren determinadas palabras cuando las forzamos a suplantar ideas fuerza, ricas en complejidad y matices, conlleva cambios semánticos muy rápidos e incluso a veces imprevisibles. Esta simplificación y reducción del lenguaje a una especie de código binario 1/0, si/no, bueno/malo, etc. agiliza el procesamiento, paramétrica ideas y abstracciones… pero sobre todo uniformiza el pensamiento expulsando la infinita gama de matices, variantes, enfoques… para poder categorizarlo, medirlo y, últimamente, manipularlo.

La renuncia al matiz, a la evitación de la diferencia de puntos de vista alternativos, en el fondo significa la renuncia a la indiferenciación del pensamiento, es decir al pensamiento casi único.

Con todo, algo tiene de positivo esta eliminación de los picos de pensamiento, esta renuncia al matiz… y es que a cambio nunca te sentirás solo, siempre formarás parte de un gran grupo, tan grande como sean los matices perdidos. Tu unicidad a cambio de no estar fuera… que de entrada no es poco. Eso sí, tendrás que librarte de otros problemas y contradicciones.
Progre, ya no hace referencia, solo, a una tribu urbana de los 70 u 80, de clase media, media-alta, con chaqueta de pana y melena, que querían/mos democracia, igualdad de sexos y libertad frente a la dictadura. Ya tenemos democracia, libertad, grandes avances en la igualdad de sexos. Lo que no tenemos los progres de entonces es pelo, al menos tanto, ni del mismo color. Y lo que nos sobran son años.

Dijo recientemente Anguita, de cuyo izquierdismo nadie puede dudar, a su entrevistador: ¡Insúlteme como quiera, pero, por favor, no me llame progre! No sé lo que piensa Anguita sobre lo que significa progre… pero no debe ser muy bueno. Y en esto sí me parezco a él.
Sin pretensión de coincidir con Anguita en reivindicar su no progresismo, al menos en todos y cada uno de los aspectos que el/lo progre puede abarcar, haré alguna delimitación, por supuesto ni exhaustiva ni excluyente, de algunas cosas que para mí, también, significa hoy ser progre.

Significa miedoso de pensar a pleno pulmón, libremente, miedoso de ser y estar fuera de un grupo reconfortante que le protege del frío y sobre todo de la soledad.
También significa desorientado, perdido en la sustitución de referentes de izquierda… que la izquierda no proporciona. Esta falta de corpus intelectual empuja hacia lo moderno… después de aceptar que lo moderno es bueno y no moderno malo. Lo nuevo y lo viejo han dejado de admitir matices. Todo lo nuevo ha pasado a ser bueno al tiempo que todo lo viejo ha de ser cambiado, sin más consideraciones, por lo nuevo. Todo fácil… como pintar de blanco con brocha gorda. Para qué utilizar mezclas de colores y pinceles más pequeños…

Hay, al menos así lo parece, una especie de ingenuidad adolescente como si ésta atenuara los años de experiencia y antigüedad (a veces no van juntas), que siempre empiezan a ser excesivos a partir de los 30 y que lleva a blindarse dentro del grupo de pensamiento hegemónico, ergo joven y nuevo, y a moverse en la exclusiva y cómoda corrección política, aunque sea a costa de frivolizar contradicciones no menores (defender los impuestos… pero evitar pagarlos, ser voceros de los pobres desde posiciones económicas altas, defender la escuela pública pero llevar los hijos/nietos a Jesuitas u Opus, ser ecologista pero moverse con una moto o coche de gran cilindrada, hacer escraches ajenos con varios pisos en propiedad u otras aún peores…), evitando o callando formas de pensamiento que apunten etiquetas distintas de las previstas por los twiteadores oficiales del progresismo.

Estas contradicciones y otras mil más que podríamos mostrar, quedan ocultas cuando eres progre, porque ser progre es un concepto acomodaticio, adaptable y relativo. Ser progre significa ser partidario de aquellas opciones vitales que gozan de más corrección política y consenso, sin especificar cuáles ni cuántas.

Ser progre es como ponerse un corsé para realzar la figura. Puede incluso evitar mostrar carnosidades no acordes con la imagen a proyectar. Cuando aprieta mucho suele ser porque mucho es lo que se
pretende ocultar y es recomendable eliminarlo antes de que las rigideces puedan entorpecer la circulación de la sangre en importantes zonas del cuerpo, cabeza incluida. Despojarse del corsé tiene además otras virtudes. Te permite verte cómo eres, desparramado y algo sólo, único e irrepetible, pero humano, real y auténtico.

Frente a ese espejo, tal vez, mejor cabalgar y seguir cabalgando contradicciones internas. Sí. Eso que hacen los hijos revolucionarios de papá para montárselo. Además puedes, amén de difuminar una
enorme falta de coherencia cognitiva, llegar a convertirte en tan buen jinete como para participar en importantes carreras de caballos. ¡Desde luego, por falta de entrenamiento… no será!

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