La Marea de Pérez Henares

Un ejército desconocido

Uno de los grandes déficit españoles es el terco desconocimiento de nuestra propia historia. Una ignorancia que, unida a clichés y sectarismos ideológicos, se traduce en desafecto y desprecio. Con nuestras Fuerzas Armadas sucede algo similar en lo que a lo primero se refiere aunque es justo reconocer que sí ha variado la estima que el conjunto de la población tiene por su ejército hasta colocarlo en la cabecera de las instituciones que más estima y valora.

Pero sigue siendo un gran desconocido y su imagen, arcaica, alejada de la realidad y anclada en estereotipos. Sin duda, una de las tareas pendiente y una de las cosas mejores que podíamos hacer es conocerlo. Que hacen, como lo hacen y por quien lo hacen. Sería bueno, nos haría incluso sentirnos orgullosos y hasta puede que supusiera toda una lección en cuanto a escala de valores y consciencia de los deberes, cuando tantos otros solo parecemos tener la palabra derechos en la boca.

En días pasados he compartido algunas jornadas con ellos. De hecho la tan retardada investidura presidencial fue a pillarme en el Líbano, en la base “Miguel de Cervantes” donde se encuentran las tropas, ahora de la Brigada Paracaidista, destacadas en misión de paz e interposición de la ONU. Tarea que ha supuesto una década de paz, el más largo periodo en cien años, en la zona y que uno percibe al comprobar tan solo como plantaciones de nuevos viñedos, frutales y huertas han vuelto a reverdecer los campos. Fue este el final del periplo y donde mejor quizás pude percibir la cercanía de la guerra. Que allí siempre esta siempre. Cualquier mínimo y hasta absurdo incidente, como la poda de las ramas de un árbol, puede acabar a tiros y con muertos, con los israelitas dominando los Altos del Golam justo encima de las posiciones españolas, el ejército libanés tras los cascos azules españoles y las milicias de Hebzolá siempre al acecho. Nuestras tropas han pagado con sangre y vidas, un atentado con coche bomba costó media docena de muertos en 2007 y tan solo hace un año otro de nuestros soldados moría alcanzado por un disparo de la artillería judía. Los frutos son bien visibles también. Una paz casi olvidada y el resurgir de una tierra.

Antes de pisar tierras libanesas visité la fragata Navarra en Catania (Sicilia-Italia). Pocos días antes había rescatado 703 náufragos provenientes de las costas libias. Su tarea, la de acabar con el trafico de seres humanos ha de conjugarse con el inexcusable deber de salvar vidas humanas. Mientras en Libia no haya algo parecido al gobierno y se les permita entrar en las 12 millas o en la franja costera lo tienen muy difícil pero cumplen con total entrega su sometido. Destruyen los esquifes y naves de los traficantes y salvan a todos cuantos migrantes pueden de esas aguas que son ya cementerio de tantos miles. Y lo hacen con tal humanidad y dedicación que sus otros valores, profesionalidad, preparación y eficacia en ocasiones pasan desapercibidos. Sus ojos son el avión de la fuerza aérea y sus pilotos y tripulación que patrullan esos cielos marinos, despegando desde la base de Sigonella, con el volcán Etna como horizonte en tierra. Siempre atentos y dispuestos. Jóvenes, cualificados y entusiastas.

Ya casi no me sorprendía luego al llegar a Adana, frontera de Turquía con Irak, la espectacular especialización, conocimientos y nivel del destacamento que tiene a su cargo las baterías de Patriot para defender esa gran ciudad de los misiles balísticos. Para un analfabeto analógico como yo todo era quedarse perplejo ante los sistemas, la tecnología y, precisión y rapidez de los equipos, pero aún más de quienes los manejaban. En suma, que a sus carreras militares, duras y exigentes, unían unas especialidades y estudios complementarios de los que pocos pueden presumir en la vida llamada civil. Para que nos entendamos, muchos de los suboficiales, oficiales y jefes amen de su carrera tienen cursadas otras complementarias y un puñadito de master. Y los soldados especialistas son de verdad especialistas.

En suma y en resumen. Que afirmo mi orgullo por haber podido acompañarles. Que es preciso no solo reconocer sino mostrar y dar a conocer a las gentes su labor. Que dejan a nuestro país España en magnifico lugar. Que preparados, profesionales y rigurosos para cumplir con su deber añaden humanidad y empatía con los que sufren y eso les hace aún más grandes y mejores.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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