Eleonora Bruzual

Liderazgo opositor menguante

Liderazgo opositor menguante
La periodista Eleonora Bruzual. PD

Llevamos años observando errores, viviendo decepciones, emocionándonos para después padecer desengaños lacerantes. Tenemos muchas razones para entender que esa tan mítica Unidad no siempre implica triunfo

El domingo 30 de octubre de 2016 se llevó a cabo el acto que sin dudas terminó de pulverizar la fe y la esperanza que la gran mayoría opositora de Venezuela podía tener en su liderazgo concentrado en la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), personas que claramente me corroboraron ese día lo que llevo años observando y que no es otra cosa más que creer que unirse significa triunfo.

No, no lo significa, ya que se puede estar unido al fracaso, y lo estamos viendo… Llevamos años observando errores, viviendo decepciones, emocionándonos para después padecer desengaños lacerantes. Tenemos muchas razones para entender que esa tan mítica Unidad no siempre implica triunfo, y esto continuamente los hechos pueden probárnoslo.

Y cuando lo digo sin rodeos no es por gusto, no me da placer y si lo digo es porque estoy absolutamente clara de la perversión de eso que sucedió el 30 de octubre en los predios de un museo de artes visuales, vecino de un hipódromo… Y esas visuales en este caso nada artísticas pero si totalmente generadoras de desolación en millones de personas que vemos -sin ayuda de gurúes ni promotores- la estupidez (¿pensada o espontanea?) de sentarse a claudicar con un régimen ruinoso, un régimen desnudo ante el mundo entero en su barbarie, su corrupción, su maldad.

Dialogar con quienes estuvieron acorralados hasta ese día y hoy, su capo se da el lujo de seguir irrespetándonos al decirnos: «La oposición venezolana debería aprender a dejarse gobernar por mí y quedarse tranquilitos»…

Y aunque la devastadora época Kirchner la conocemos y millones padecen sus crímenes y corrupciones, eso no me frena de decirle a los que tan contentos dialogaron con Maduro y sus compinches: Políticos no abusen, tengan presente que hace casi 15 años un lema de los ciudadanos que se hartaron de sus líderes retumbó en Argentina: ¡Que se vayan todos!

Y aunque también hay una cantidad de «Pensadores» que quizá por lo difícil que está la vida han decidido probar fortuna como «Amansa Guapos», la realidad es que hay ira, hay desencanto. Hay el peligroso hartazgo que desmoviliza, que nutre la dolorosa necesidad de irse, de dejar una tierra donde no hay comida, no hay medicamentos, no hay justicia.

Un país donde se acabó la sacralidad de la vida, y los muertos que causa la violencia que el propio régimen fomenta y apoya son cada vez más numerosos. Un país convertido en guarida y en el cual el ciudadano se sabe solo, el ciudadano se sabe burlado, vendido, irrespetado.

Ciudadanos que a fuerza de mentiras y acomodos hemos conocido y aprendido a captar la morfología de la infamia. Hemos perdido dolorosamente la inocencia y ya corroboramos que ni siquiera en esa iglesia que en Venezuela la sigue la mayoría podemos confiar.

En La Rinconada les vimos y no precisamente arrinconados. Les vimos chapoteando en la complicidad, en la espantosa indiferencia frente al sufrimiento de millones de seres, les vimos contando mentiras y logrando prolongar no se sabe ya hasta cuándo esta tragedia.

Domingo 30 de octubre de 2016, día para recordarlo como uno donde supimos que los cubanos que claman democracia no son los únicos traicionados, que también los venezolanos hemos sido traicionados, y en esa apostasía están casi todos los mismos personajes que se dedicaron -y lo lograron- a garantizarle a los Castro que no tenían por qué preocuparse…

Personajes como Bergoglio que allá y aquí en Venezuela nos ha demostrado que se salta a la torera las tres virtudes teologales, y que por tanto para él la Fe, la Esperanza y la Caridad son peanutsporque díganme mis lectores ¿Fe en quién? ¿Esperanza de qué? ¿Y Caridad hacia este pueblo doliente quién la tendrá?

El penúltimo día de octubre, el segundo mes más sangriento en Caracas, acumulando 506 muertes por esa violencia irrefrenable también nos mostró ese otro tipo de intimidación, esa que con la hipocresía y el cinismo elevados a la enésima potencia patea el coraje, el sentimiento libertario, el desespero…

Después de esa comedia, se desmontó todo lo que podía realmente garantizar que vivíamos los últimos días de una tiranía abyecta. Desmontó la ilusión de liberar a nuestros presos de conciencia. Desmontó esa fuerza ciudadana que es realmente la que puede llevarse por delante la barbarie.

Así pues que sentémonos en nuestras puertas a ver pasar desesperados seres buscando medicinas, hambrientos hacia las interminables colas por comida, pero tengamos presente que ese enemigo vil, gracias a sus cómplices, está más sano que nunca y su cadáver no pasará…

[email protected] / @eleonorabruzual

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