Luis Ventoso

Melania Trump: Gobernaba Tito y Manhattan era otro planeta

Melania Trump: Gobernaba Tito y Manhattan era otro planeta
Luis Ventoso. PD

«MI madre me introdujo en el mundo de la moda y la belleza y mi padre, Viktor, me inspiró la pasión por los negocios y los viajes», ha contado ella, con su tono cordial, su mirada felina y el barniz kitsch que la envuelve. En realidad la cosa no era tan sofisticada. Vivían en un pueblo esloveno de 5.000 almas, Sevnica, en un meandro del río Sava, que hermosea de verdor el valle. Coronando la población, el castillo medieval, y debajo, la iglesia católica de San Nicolás. Viktor Knavs no la frecuentaba.

Era ateo de carnet, miembro del Partido Comunista, que tenía en su cénit al mariscal Tito, el taimado líder que convirtió un avispero en la efímera Yugoslavia. Su madre, Analija, trabajaba como costurera en una fábrica de ropa infantil. Viktor lo hacía en un concesionario de coches, también estatal. El régimen y los vecinos tapaban con amnesia la vergüenza local, las fosas comunes de la Segunda Guerra Mundial.

Ella y su única hermana devoraban la revista femenina «Jana», editada en Liubliana, su única conexión con otro planeta, el de un lejanísimo glamour. A los 16 años se presentó a un concurso de belleza. Un fotógrafo de moda local sucumbió a su beldad gatuna, de 1,80 de talla, y se la llevó a Milán. Ella todavía llegó a la Universidad de Liubliana, donde plantó en primero Diseño y Fotografía.

Después llegó la carrera incierta de las modelos de tropa, a caballo entre París y Milán. Un poco de todo, incluidos desnudos. En 1996 aterrizó en Estados Unidos con un visado. Chica lista, no cayó en la romería de la farlopa con burbujas. Una noche de septiembre de 1998 hasta le tocó la lotería.

Acudió a una fiesta en el Kit Kat Club de Nueva York y allí estaba él, 24 años mayor que ella, con su pelo amarillo, su tez rosa y su fortuna de 3.700 millones según «Forbes» (él corrige: 10.000). Donald se acababa de separar de su segunda mujer y le impactó aquella Afrodita de 28 años y cerrado acento del Este. Le pidió su teléfono.

Ella no se lo dio. Marcó terreno: «Dame el tuyo y ya te llamaré». En 2005 se casaron. Oficio en la Iglesia Episcopal y bodorrio en el palacio Trump de Palm Beach, donde Donald ha reproducido -en versión «Staying Alive»- el salón de baile de Versalles. Cantó Billy Joel y había mucha crema social, incluido un matrimonio apellidado Clinton. La chica de Svnica portaba un anillo de 23 quilates.

Al año nació Barron William, quinto vástago de Donald. El trío habita en las tres últimas plantas de la Torre Trump de la Quinta Avenida, de 68 pisos. Imperan los dorados, hay una fuente y el suelo es de un raro material llamado ónix, favorito de los plutócratas rusos. Melania asegura que está centrada en cuidar a su hijo y que se lleva muy bien con Donald, «porque no soy la típica mujer irritante». Promete ser una primera dama «muy tradicional».

En campaña, Donald la retiró de escena después de que se descubriese que en su único discurso había plagiado a Michelle Obama. Los asesores consideraban además su vestuario demasiado provo para la América profunda. Volvió para la última semana, de blanco y silente. En enero dormirá en la Casa Blanca. Tito flipa desde algún lugar del purgatorio. En la Mansión Play Boy, Hugh Hefner no entiende nada.

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