Antonio Casado

Marianismo sexto año

Marianismo sexto año
Antonio Casado. PD

A punto de entrar en el sexto año de su reinado se instala una traviesa verdad que ya siempre irá cosida a la biografía de Mariano Rajoy. A saber: el hombre que más avanzó en política sin moverse del sitio. Para la historia queda lo ocurrido en 2016, el año más tonto de nuestra reciente historia que, en lo que a él se refiere como gobernante y líder del PP, tuvo un apacible remate ante la Junta Directiva del partido. Estuvo moderado, humilde y cargado de pragmatismo.

A diferencia de lo sugerido en el discurso de investidura, esta vez no dejó elíptica la amenaza de utilizar en su beneficio el arma de la disolución anticipada de las Cortes si no le dejan gobernar. Al contrario, anunció su plena disposición a afrontar una Legislatura con mucho diálogo y mucho pacto. Unica forma de lograr las mayorías absolutas que exigen las leyes orgánicas. O la abstención de algún grupo para lograr las mayorías simples que requieren las leyes ordinarias.

Rajoy asume la diferencia entre gobernar con la mayoría absoluta de antes y hacerlo en esta España del uno contra tres. El Gobierno debe abrirse paso, a golpe de diálogo, frente a una mayoría hostil dispuesta a ponérselo difícil. Pero tampoco pierde ocasión de recordar que también la oposición está concernida por el sentido de la responsabilidad.

Así que, con mucho sentido común, explica Rajoy que no es razonable gobernar a capricho, pero tampoco lo es obstruir su labor. Por eso, recordando el absurdo vacío de poder que España ha vivido durante el año que a punto de terminar, dijo ante la elite de su partido: «Tan malo es no tener Gobierno como tener un Gobierno al que no se le deja gobernar».

Por el tono y el contenido de su nuevo discurso, ahora mucho más conciliador, se ve que pone en valor la toma de decisiones concertadas, también como una forma de asumir la parte de razón que otros tienen. El primer ejemplo lo hemos tenido con la supresión de las reválidas -previstas en la llamada Ley Wert-, por acuerdo con las principales fuerzas políticas. La derrota del PP en la votación (tramitar la proposición de ley que suspende del calendario de aplicación de la LOMCE) no deroga la voluntad política del Gobierno de revisar la controvertida ley en función de los acuerdos que se logren en un proceso de diálogo con todas las fuerzas políticas y, sobre todo, con las Comunidades Autónomas gobernadas o no por el PP.

Me parece un error presentar la votación del martes por la noche (toma en consideración de una proposición de ley presentada por la oposición) como la primera derrota del PP cuando Rajoy está a punto de iniciar su sexto año y su segunda época en Moncloa. Si hemos hablar de derrotas del nuevo Gobierno, asentado sobre una débil mayoría, más le cuadra el frenazo a la candidatura del ex ministro Fernández Díaz a presidir comisiones parlamentarias. Aquí sí ha funcionado el tres contra uno. Y no será la última vez. Pero hay temas de mayor calado (educación, pensiones, reforma laboral, financiación autonómica), en los que el Gobierno del PP hará de la necesidad virtud para avanzar en consensos que redundarán en beneficio de los ciudadanos.

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