Jordi Rosiñol Lorenzo

Un grito desesperado por la Libertad

Un grito desesperado por la Libertad
Jordi Rosiñol Lorenzo. PD

Desde el punto de vista humano, el prisma más importante por el que hay que ver el drama humanitario de las migraciones, ya sean desplazamientos por razones económicas o bélicas, es un autentico drama para quién lo vive, y una vergüenza en general para el conjunto de la humanidad, pero sobre todo una desvergüenza para los poderes públicos y económicos del llamado primer mundo, Occidente siempre mira al Norte.

Podríamos entrar en diversas razones para explicar lo que sucede, razones históricas, económicas, colonizaciones casi tan desastrosas como las consiguientes descolonizaciones, sociedades enteras sometidas a una imaginativa división geográfica realizada desde occidente que parte y enfrenta étnicamente al continente africano, África como un ejemplo del origen de unas de las presiones migratorias que recibimos en Europa. Países abandonados y entregados velozmente en manos, que en el mejor de los casos son de pintorescos dictadores teñidos con tintes psicópatas, que instalados en la impunidad, gobiernan desde el terror, la corrupción y la crueldad.

Pero lo que es un drama mundial, en España es un problema real, un problema mal gestionado, y escondido bajo la alfombra del poder, haciendo bueno el dicho, que lo que no se ve no existe. Los diferentes gobiernos de nuestro país debieran participar y promover acciones más contundentes en origen, trabajar tanto para paliar la necesidad de las personas, como para acabar con las mafias que trafican con humanos, eso es una realidad que no cambia ni basta por más discursos grandilocuentes que se den en la conferencia almuerzo de turno.

La hipócrita respuesta en medios humanos y materiales que proporciona el estado, nos deja ojipláticos, contemplamos como un problema de estas dimensiones se deja abandonado e ignorado, en las manos responsables de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, que con una labor silenciosa e inconmensurable llevan años desbordados, trabajando al límite, y raramente citados mediáticamente. Después de los últimos y graves hechos sucedidos en el CIE de la pedanía murciana de Sangonera, con varios agentes heridos ante la violencia de los internos, un hilo de voz de los gritos desesperados de los agentes ha conseguido llegar a la sociedad, pero dudo mucho que haya llegado a los oídos del mundo ideal en el que viven los responsables políticos del ministerio. Por otro lado la respuesta de la sociedad civil ante este problema, además de hipócrita es contradictoria, desde diferentes oenegés todas en la órbita sectaria se manifiestan delante de los CIES denunciando las condiciones de los internos y pidiendo el cierre de las instalaciones, pero aún no he visto a ninguna organización manifestándose en solidaridad con los agentes que trabajan y arriesgan su vida a diario, ¿Es que no son humanos? ¿No tienen derechos también? Así es que tenemos un grave problema que desde arriba obvian, abandonan y silencian, y que por debajo atacan desde la mitificación etiquetada, una pinza casi insoportable para cualquiera, excepto para quienes han jurado cumplir y hacer cumplir la legalidad vigente pese a todas las vicisitudes impuestas, personas que velan por nuestra seguridad, y que entienden la vida en la satisfacción del deber cumplido.

Ahora después de casi un año, por fin hay gobierno, y por tanto no hay excusas para ponerse las manos en la masa, y proporcionar los medios necesarios para que los funcionarios puedan realizar su difícil labor con dignidad y seguridad, recuerden que una sociedad sin seguridad, es una sociedad sin libertad, y los hechos del CIE de Sangonera son un grito desesperado por la libertad.

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