Pocas cosas más tristes -creo yo- que buscar el minuto de gloria al precio que sea para luego no conseguirlo. Ocurrió durante el discurso del Jefe del Estado en la solemne apertura de la nueva Legislatura.
Como ya vale todo, Cañamero estrenó camiseta para la ocasión (debe tener un fondo de armario envidiable), los de IU ni se molestaron en levantarse cuando sonó el himno nacional y el dudoso senador navarro Iñaki Bernal desplegó una bandera republicana en cuanto el Rey tomó la palabra y así estuvo el hombre durante buena parte del discurso del Jefe del Estado.
Todo esto no deja de ser anecdótico pero representa la escasa categoría de unos y de otros. Hay cosas que se deben respetar aunque sea por educación y cuando esas mínimas reglas se desprecian, la civilidad retrocede un poco y se resiente.
Pero vamos a lo del minuto de gloria; yo -como muchos- apostaría doble contra sencillo a que lo que pretendía el discutible senador Iñaki Bernal era montar el número. La puesta en escena resulta evidente y vieja: provocación inesperada gratuita, reacción de la autoridad y lío asegurado. Lo malo es que aquí solo pasó lo primero.
Enarbolando su bandera republicana, el discutible senador de IU esperó en vano que la autoridad, la presidenta del Congreso, le llamara la atención y, en el mejor de los casos, ordenara a los responsables que desalojaran al que claramente sabía que estaba incumpliendo el reglamento del Congreso. No ocurrió. Ana Pastor pasó olímpicamente del asunto y el dudoso senador se quedó sin reprimenda, sin altercado y, eso sí, con bandera. Bueno, no hay que perder la esperanza, señoría, otra vez será.
Pero habrá observado el lector que cada vez que me he referido al personaje he antepuesto a su cargo de senador los calificativos de «dudoso» y «discutible».
Y es que Iñaki Bernal no ha jurado ni prometido lo que manda la ley para obtener el escaño en el Senado. Recuerden el diálogo entre Pío García Escudero, presidente de la Cámara Alta, cuando llamó al Señor Bernal:
- – Excelentísimo señor don Ignacio Lumbrera ¿juráis o prometéis acatar la Constitución?
- – Bajo mis convicciones socialistas y republicanas, prometo defender a la clase trabajadora de este país, prometo».
- – Pues bienvenido y mucha suerte.
- – Gracias.
Pío García Escudero entonces le extendió la mano para saludarle pero, quién sabe por qué, el nuevo senador se dio la vuelta y fuese.
A ver, es que la pregunta no era esa. La pregunta era si prometía o juraba acatar la Constitución, no si iba a defender a la clase trabajadora. Pero ya vale todo; en el capítulo de las respuestas a esta pregunta tenemos ya un florilegio de frases digno de entrar en el libro de los récords.
La feria se inauguró con el famoso «prometo por imperativo legal» que al menos respondía a la pregunta y se entendía lo que se quería decir.
A partir de ahí se abrió la veda y cada cual responde a la pregunta como le viene en gana. Imagino que los servicios jurídicos habrán entendido que las respuestas son válidas, pero a mi sigue sin convencerme que prometer luchar por la clase trabajadora sea lo mismo que acatar la Constitución y hacerlo es el paso previo y necesario -por ahora- para adquirir la condición de senador.
Ya sé que esto no es más que una anécdota, pero como se ha dicho tantas veces: las formas, no perdamos la formas porque son necesarias y cuando se apartan en nombre de una modernidad mal entendida, se corre el peligro de que más pronto que tarde comience el principio del fin.