Pedro Calvo Hernando

Euskadi: vuelve el entendimiento

Menos mal que a la Gestora y al Gestor no se les ha ocurrido ponerles la zancadilla a los socialistas vascos en el asunto de su pacto de Gobierno con el PNV, aunque tengo la impresión de que se han quedado con ganas de hacerlo. Después de todo, Idoia Mendía estaba en el bando crítico del PSOE, en el bando fiel a Pedro Sánchez y por tanto infiel a la Gestora y al Gestor Javier Fernández. Aquí el más listo ha sido Urkullu, quien además no ha dejado de tener presente la historia del secular entendimiento entre el PNV y los socialistas vascos, pese a que llevaba 18 años sin fraguar en coaliciones de Gobierno. Ibarretxe lo había hecho imposible y ya recordarán todo lo que sucedió después, con las tremendas tensiones entre el Estado y la Comunidad Autónoma con motivo de aquellos intentos de poner en marcha un proceso de independencia. Pero la Historia ha jugado una buena pasada y ha facilitado el retorno a un entendimiento que, por lo demás, ya se manifestaba en los niveles políticos, municipales y forales e incluso afectivos.

El Gobierno vasco de coalición se va a poner en marcha ya con inmediatas consecuencias políticas de una gran trascendencia. Un nuevo Estatuto vasco que recoja las aspiraciones de mayor autogobierno sin poner en peligro la unidad del Estado ni la legalidad, lo que posibilita el reconocimiento de una nación vasca dentro de la nación española. Tal cosa habría sido posible y lo es todavía en lo tocante a la inserción de Cataluña dentro del Estado español.

Pero ni allí había un Urkullu ni en Madrid una puntual interpretación de la norma fundamental.

Y me gustaría que alguien de los negacionistas me explicara qué quiso y qué quiere decir la Constitución de 1978 cuando habla de «regiones y nacionalidades». Si estas últimas no son regiones, ¿qué diablo son? Es evidente que son naciones, con lo que no hay que asustarse, como no se asustan en otros países que tienen lo mismo dentro. Porque una nación puede ser, claro, un Estado, pero también puede ser una parte del Estado que refuerza su diversidad cultural, histórica y jurídica. Si no admitimos esto, habrá que reformar la Constitución… pero para que desaparezca de ella el concepto y el término «nacionalidades». Y no creo que estemos en eso.

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