Nunca mejor que ahora el refranero español: dime de qué presumes, y te diré de qué careces. El Coleta, para un servidor un ser deleznable en cuanto educación y buenas maneras, se puso digno en el acto de apertura de la duodécima legislatura con la presencia del Rey (la consorte, llamada «anoréxica» en TVE, es prescindible) rechazando al monarca y a la Monarquía. Y lo justificó así, con dos cojones y un palito: «No saludé al Rey porque en la fila estaba Rita Barberá» (acusada de nada, o de nimiedades) «y me daba asco».
– ¿Y su correligionario el del pisito trincón o la concejala madrileña que tiene nueve inmuebles y apoya a los okupas pero no les da cobijo a ninguno en sus numerosas casas deshabitadas…?
Joder, qué doble vara de medir la de estos demagogos de universidad y perpetuos asamblearios.
El Congreso de los Diputados tiene un reglamento en el que se contemplan las normas verbales y de vestimenta. En cierta ocasión -recuérdese-, José Bono llamó al orden a un diputado socialista por no llevar corbata y se exige, asimismo, chaqueta como se recomienda esta prenda hasta en los cócteles molotov.
– ¿Por qué no se aplica?
Dígaselo usted a quien regenta la cámara, que hoy se llama Ana Pastor y que se arruga ante situaciones polémicas.
– Como exhibir una bandera republicana, ¿no?
– Por ejemplo.
Los que peor lo pasan, me consta, son los ujieres, que cumplen órdenes. De modo que estos desarrapados, perro-flautas también vale, campan por sus respetos sin que nadie les diga nada. Su farsa la llevan al parlamento nacional que siempre quieren acordonar pero que cobran pingües emolumentos así cómo en la euro-cámara. Una pasta gansa. Sin entrar ni salir en las sustanciosas subvenciones que perciben de la bolivariana Venezuela y la revolucionaria Irán.
Estos mequetrefes de salón deberían irse a la calle para fumarse un porro o dar teta al nene o la nena. Pero se está más calentito en el Congreso de los Diputados, y máxime si van en mangas de camisa como si fueran a pelar a un pollo de la derecha. Baltasar Gracián pensaba que es muy frecuente que para remendar una necedad se cometan otras cuatro, y esto es lo que están haciendo algunos políticos en esta latitud nuestra.
No guardar un minuto de silencio por el fallecimiento de Rita Barberá es de una villanía que como poco te deja helado. «Ciudadanos», por su parte, ha contribuido con sus exigencias a taponar el corazón de la alcaldesa de la ciudad del Turia sin atenerse a la presunción de inocencia. Mezquinos.