Ramón Pérez-Maura

Infrasere y subespecie humana

Otros miembros de las Cortes salen a manifestarse orgullosos de haber cometido malversación, prevaricación y desobediencia

Infrasere y subespecie humana
Ramón Pérez Maura. PD

CORRUPCIÓN también es mentir. Hay diferentes grados de mentira, y difícilmente es equiparable la falsedad que hay en un piropo con la que hay en una infamia. Esta semana hemos recordado las muchas infamias que se vertieron en torno a Rita Barberá, que ha muerto limpia de toda responsabilidad penal, y enlodazada por algunos medios de comunicación y por algún partido político como el virginal Ciudadanos cuyos portavoces, todavía ayer, aclaraban que no había nada que alterar en ese pacto que le ha costado la vida a una mujer de cuya inocencia no tengo nada que dudar, aunque ya nunca podrá ser probada.

Y ese partido, Ciudadanos, fue el que le forzó a renunciar a su afiliación política. Una militancia que para ella era tanto como un vínculo de sangre que es el que tiene toda madre con la criatura que ha gestado y alumbrado. O lo que es lo mismo: lo que hizo Rita Barberá en Valencia con Alianza Popular.

Me apresuro a aclarar que nunca fui amigo de Rita Barberá. Casi podría decir que ni la conocí, aunque rebuscando en la memoria he recordado que almorcé con ella el 12 de julio de 1999 con motivo de la entrega del premio Miguel Ángel Blanco a Andrés Pastrana, galardón que fue a recoger a Valencia la entonces primera dama colombiana, Nohra Puyana de Pastrana, acompañada de Ana Botella, Federico Trillo-Figueroa y el arriba firmante. Rita nos invitó a un arroz.

Ese es todo el trato que he tenido en mi vida con esta señora. Ya meses atrás sostuve en estas páginas («Demasiadas varas de medir», ABC, 20-09-2016) que Rita estaba siendo asaeteada «por el supuesto blanqueo de 1.000 € lo que -vaya por Dios- no tiene entidad de delito».

Pero mientras ella era obligada a humillarse y actuar como quien está sentenciado y condenado, otros miembros de las Cortes Españolas como don Francesc Homs salen a manifestarse orgullosos de haber delinquido; de haber cometido prevaricación, malversación y desobediencia.

Delitos que tuvieron un coste para el erario público que centuplica los 1.000 euros de Rita Barberá. Pero a Homs su partido lo arropa y lo jalea porque en esa formación todos, sin excepción, son igual de delincuentes en esta causa que el señor Homs. Y con el mismo grado de orgullo.

Esta trituradora humana en que se ha convertido la hipocresía de algunos políticos y algunos medios de propaganda afines a sus causas puede todavía cobrarse alguna víctima mortal más. Hay otros políticos a los que se ha sentenciado y condenado a la muerte civil.

A los que se ha arruinado su carrera profesional y la de sus hijos, y que para cuando sean declarados inocentes será ya muy tarde para poder rehacer sus vidas. Pero las trituradoras humanas habrán ingresado dinero gracias a sus altas cuotas de audiencia entre las que generan infraseres como mi paisana -y bien que me molesta decirlo- Lola Prieto Villazán, directora de un colegio de infantil y primaria: el Fray Pablo, en Colindres, Cantabria.

Esta subespecie humana escribió, con motivo de la muerte de Rita Barberá:

«Hay cadáveres que enternecen y cadáveres que dan asco suelen ir asociados a la imagen del vivo que les dio soporte. Yo, como los diputados de Unidos Podemos, también hubiera salido a vomitar».

Más allá de que cabría exigir a una directora de un colegio mejor dominio de la sintaxis, yo me pregunto si no sería posible, en la tan discutida Lomce reformada, incluir una cláusula de objeción de conciencia de los padres para con ciertos directores de sus centros educativos. Pura profilaxis.

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