Teodoro León Gross

Mariano Rajoy y el ‘Marianequin Challenge’

Mariano Rajoy y el 'Marianequin Challenge'
Teodoro León Gross. PD

Rajoy se ha doctorado como líder con una insólita estrategia de éxito: el inmovilismo. Ha logrado doblegar a sus rivales e incluso adquirir prestigio internacional con el recurso básico pero arrollador de hacer la estatua.

No hay una técnica que domine mejor que esa, ponerse de perfil ante el curso de los acontecimientos, mientras sus adversarios se desestabilizan en sus dinámicas particulares hasta aparecer él como solución por desconfianza hacia los otros. Es el rey del mannequin challenge en su variante política: el marianequin challenge.

En víspera del referéndum italiano y las elecciones austriacas, mientras el tictac tictac del populismo deshoja el calendario francés, Rajoy ha sido ungido por Merkel como líder.

«Mariano, tienes la piel de elefante…», elogio de su resistencia con una expresión alemana que bien se podría traducir como «Mariano, no hay un Don Tancredo como tú». Los líderes amenazados -borren a Cameron, en pocas horas Renzi, en vía de salida Hollande, Rutte casi KO, Merkel en vilo- han visto cómo Rajoy supo esperar la abstención socialista entre las ruinas del sanchismo humeando en Ferraz, mientras la vieja guardia felipista servía como cuerpo de zapadores para despejar su camino a La Moncloa tras asegurarse el sí de Ciudadanos, aunque pocas semanas antes hubiera puesto precio a su cabeza como si se tratara de Billy The Kid.

Incluso Podemos, en el enésimo aquelarre de sus demonios, contribuyó con su voto negativo en la investidura de abril a la segunda vuelta en la que Rajoy ganó cotización. Nunca no hacer nada rindió tanto.

Él simplemente permaneció quieto como un Don Tancredo mientras las astas de los rivales pasaban sin cornearlo hasta agotarse; un exitazo del marianequin challenge.

Este fin de semana, mientras la ultraderecha nacionalista puede conquistar Viena, todo apunta a que Renzi se hará un Cameron, colocando a la cuarta economía de la zona euro en el ojo de una ciclogénesis con otra marea de inestabilidad en Europa.

Parece descontado lo de Wilders en Holanda extendiendo la ola báltica, y nadie descarta a Le Pen después de Trump y el Brexit. De momento la perspectiva inmediata es el Renxit, sacrificando al único líder real en Italia.

En Austria amenaza la victoria de los ultras del FPÖ para estupor de las últimas víctimas vivas del nazismo, por la vieja relación de décadas de la FPÖ con ex de las SS, bajo el lema nacionalista «Austria Primero», mimetizando el Britain First, que triunfa entre las derechas populistas que colonizan el Este.

Y entretanto ahí está Rajoy, con su marianequin challenge, ajeno a esos desagües de Europa.

Ahora Don Tancredo encara los procesos congresuales con su inmovilismo ganador. Alrededor todo es caos.

Ciudadanos en enero, bajo acusaciones de opacidad y déficit democrático por cientos de críticos, o las ambigüedades de los dirigentes catalanes, ya no parece la reserva inmaculada del centrismo; el PSOE llegará en primavera tras un largo y sangriento invierno de escaramuzas sanchistas, como maquis en las casas del pueblo, mientras Su Susanísima maniobra para evitar las urnas descabezando a cualquier rival por anticipado y llegar a Ferraz como Cleopatra a Roma; y Podemos encara Vistalegre II con Iglesias en las barricadas contra todos, incluso contra Errejón, con un caudillismo orgánico cada vez más bolivariano.

Entretanto Rajoy llegará en febrero a su cónclave con un habano y quizá el Marca para hacerse allí, naturalmente, entre el regocijo de los suyos, un espléndido y triunfal marianequin challenge.

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