Laureano Benítez Grande-Caballero

La rendición de los bredenses

La rendición de los bredenses
Laureano Benítez Grande-Caballero. PD

Pues, por una vez, hablaré de fútbol. Porque España todo es política, hasta el fútbol, pues estamos en un país que todo lo politiza, desde los fantasmas del 36 hasta el nombre de las calles, desde la muerte de Manolete hasta las ratas de las cloacas, desde los churros con chocolate hasta los cadáveres de tanatorios y morgues.

Y, claro, empezaré diciendo que «fútbol es fútbol», perogrullada que parece inocentona, pero que esconde profundas verdades politológicas sobre nuestra España, país donde nada es lo que parece, cuya situación actual puede expresarse con la genial paradoja de Lorca, cuando, en su «Romance sonámbulo», dijo aquello de «yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa». O sea, que también hubiera dicho que «ni mi fútbol es ya mi fútbol», y una tremenda y lapidaria frase que diría algo así como «ni mi España es ya mi España».

Después del partido de ayer contra el Barcelona, la afición madridista se indignó con los espeluznantes comentarios probarcelonistas de los íconos del Real Madrid como Valdano y Raúl, absolutamente nauseabundos, que les convirtieron o en traidores o en cobardes a los ojos de un madridismo cabreado.

Estamos ante dos personajillos caídos en las garras de lo políticamente correcto, como tantos otros héroes que han devenido en Bellidos Dolfos, en Brutos que vende su alma al diablo a las puertas de los Coliseos y los Senados, que por un puñado de dólares son capaces -como hizo Raúl en la inauguración de la casa del Barcelona en Nueva York- de abrazar a un oso llamado Stoickov, un personajillo de la escuela de Willy Toledo, que ha defecado con mucha frecuencia sobre el Madrid.

La aberración en la que incurrieron estos dos ex-madridistas es absolutamente patética. Según el ínclito Valdano, el penalty que cometió Mascherano sobre Lucas Vázquez a los tres minutos era «demasiado pronto para pitarlo». Más tarde, los dos personajillos se entretuvieron hablando de una mano de Sergio Ramos en el área, que era totalmente involuntaria. Su portentosa sabiduría futbolística les llevó decir que el fuera de juego de Luis Suárez en el gol del Barcelona fue «por una bota».

El colmo de las barrabasadas fue cuando dijeron que el empate era «un castigo excesivo para el Barcelona». Para mear y no echar gota. Y a este coro de personajillos se unió don Alfredo Relaño, el director de As, quien comentó el partido sin hacer ni la más mínima mención del calamitoso arbitraje en contra del Madrid. Otro políticamente correcto, y futbolísticamente incorrecto.

Y así nos va, porque «España ya no es España», traicionada por una «derecha que no es derecha», que se califica a sí misma como un partido «de centro reformista», que -en aras de lo políticamente correcto- ha claudicado ante la ideología izquierdosa, ante Bilderberg, ante los nacionalistas, ante el NOM, acomplejada por la guerra civil que ganó, avergonzada por unos valores cristianos que hacía que sus opositores la calificaran de fascista, qué horror.

España ya no es España porque los leones se han transformado en corderos; porque los héroes conquistadores se han convertido en traidores rendidores, que están entregando las llaves de España a las hordas de la progresía; porque los Raules se han metamorfoseado en Stoichkovs.

Tuvieron mayoría absoluta, y no tocaron las leyes del aborto, ni abolieron la ley de memoria histórica, ni pararon los pies al independentismo…

De tierra de conquistadores hemos pasado a tierra de traidores, faltos de testosterona y de valores patrios, que abdican de sus principios y rinden las plazas como los holandeses rindieron la ciudad de Breda al ejército español en junio de 1625, comandado por el general genovés Ambrosio de Spínola.

Sólo que los bredenses se rindieron después de una heroica resistencia numantina, no como estos derechosos centrorreformistas, que claudican vergonzosamente ante la jauría antiespañola y anticristiana por un puñado de escaños, igual que los raulitos hincan la rodilla ante los culés, acomplejados por tantas guerras futbolísticas como han ganado.

España ya no es España, pero el gol de Sergio Ramos en el minuto 90 proclama al mundo que «el Real Madrid es el Real Madrid», último reducto de nuestros antiguos héroes y conquistadores. Tu gol, Sergio, una vez más, nos marca el camino

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