Manuel del Rosal

Devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás

Devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás
Manuel del Rosal García. PD

«Convéncete amigo, tu aventura con esa mujer comenzará cayendo tú en sus brazos y terminará con los tuyos en el fregadero» No recuerdo si esta frase la oí en una película de cine negro o la leí en una novela negra.

Hace más de 40 años la frase que da título a este artículo era la que se pronunciaba – generalmente por parte de la mujer – cuando una relación de pareja no funcionaba. También se pedían las fotos, esas fotos entrañables en color sepia, pues en aquellos tiempos llevábamos en las carteras vacías de dinero, la foto de la amada o el amado que nos había entregado en señal de amor y confianza. Pero esto sucedía antes del matrimonio, exactamente durante el periodo de noviazgo, cuando se comprendía que aquello no iba a más ni podía ir. Ahora la relación se rompe dentro del matrimonio, lo que viene a demostrar que los años de relación antes de llegar a él no han servido para conocerse, al menos, un poco.

Devuélveme el rosario de mi madre también es una preciosa canción que cantaba María Dolores Pradera y que a Pedro Almodóvar le sirvió de tema musical para su película «Carne trémula». Hoy no te piden devolver rosarios y fotos; hoy se pelea por un piso, un coche, la mitad de una paga y unos hijos víctimas inocentes del egoísmo y la estupidez de un hombre y una mujer que, en vez de buscar la forma de curar la causa que les puede llevar al divorcio, se empeñan en completar sus defectos.

Las estadísticas sobre los divorcios y separaciones arrojan unos resultados que demuestran que esta sociedad, partiendo de la nada, ha alcanzado las más altas cotas de estupidez y de egoísmo. El último informe del Instituto de Política Familiar – mayo de este año – arroja cifras de una magnitud increíble que solo puede comprenderse desde la aceptación de que esta sociedad, además de estúpida y egoísta, se ha vuelto loca, bipolar e inestable emocionalmente.

Según el IPF los divorcios y separaciones han aumentado en el periodo comprendido entre 2005 y 2015 un 126%. El número de rupturas respecto a los matrimonios es de ¡siete rupturas por cada diez matrimonios!. Ese estudio dice que cada 5 minutos se rompe una pareja aquí en España. Es decir, 294 separaciones diarias y como consecuencia de esas rupturas – y esto es lo peor porque los afectados son inocentes – cada 24 horas 267 hijos, de los cuales 232 son menores de edad, se ven afectados por la separación de sus padres. Trágico es poco para definir semejante situación, sobre todo para esos niños en los que nadie piensa y que, sin la más mínima duda, se van a ver afectados psicológicamente en sus vidas. No contentos con esto, los españoles, damos un paso más en esto de romper parejas y ahora se separan tras décadas de convivencia. Los divorcios y separaciones en mayores de 60 años aumentan exponencialmente. Las razones expuestas por los sociólogos, antropólogos y psicólogos son numerosas, pero evitan hablar sobre la principal: el amor. A lo sumo hablan de la pérdida del amor a lo largo de los años cuando la pregunta es; ¿hubo amor en todos esos años en que, por las razones que fuere, permanecieron juntos? Porque, amigo mío, cuando el amor es la argamasa de una relación entre un hombre y una mujer, esa relación no la destruye nada ni nadie; es más, se afianza con el paso de los años. Pero claro, el amor es respeto, responsabilidad, renuncia, darse al otro, entregarse en cuerpo y alma a la persona amada y que ella se entregue a ti. Sentir, al unir los dos cuerpos, que se unen las dos almas, que la sangre fluye al mismo tiempo, que los dos corazones laten al unísono. Joaquín Sabina lo define muy bien en los versos de su canción «Contigo»: Y morirme contigo si te matas. Y matarme contigo si te mueres. Es decir, formar un solo cuerpo y una sola alma, fundirse los dos en uno solo como dice Miguel Hernández en su poema «Hijo de luz y sombra»: Si quemaran mis huesos con la llama del hierro. Verían cuan grabada llevo allí tu figura. Pero estamos en el siglo del progreso y de las tecnologías hasta le extenuación, y el amor es hoy un encuentro concertado a través de una red social, porque hoy el cortejo es inadmisible y se actúa con el lema «aquí te cojo, aquí te mato». Ni se conocen cuando llegan al altar o, mejor dicho, al juzgado; que ya el hecho de casarse en un juzgado suena a premonición de lo que te va a venir después.

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