Raúl del Pozo

Soraya: «Mostrar Estado»

Soraya: "Mostrar Estado"
Raúl del Pozo. PD

Soraya Sáenz de Santamaríade Castilla va a tener despacho en la Cataluña mediterránea y provenzal sin que le espere el Príncipe de Maquiavelo para volver a hacer la unidad de España.

Le han encargado desbaratar los planes independentistas sin coacción, a base de diálogo y algo de dinero, en un instante que, como en el de Azaña, los separatistas asaltan y secuestran las leyes del Estado democrático. Puigdemont ha convocado la Cumbre del Referéndum para el 23 de diciembre.

La derecha española ha dejado de ser centralista y la derecha catalana se ha vuelto desleal y albanesa. Como recuerda De Callières, consejero de Luis XIV, en Negociando con príncipes, para pactar asuntos difíciles de los estados el enviado al conflicto necesita serenidad, contención, paciencia y prudencia, debe ser gentil, agradable.

«El trabajo de los buenos espías ayuda mucho en el éxito de la empresa. Además, el mediador debe ponerse en el lugar del otro y decirse: ‘Si yo estuviera en su posición y tuviera las mismas pasiones y los mismos prejuicios, ¿qué efecto causarían en mí las cosas que debo proponerle?’. Sólo las personas mediocres se conforman con los conocimientos que les ha aportado el país en el cual han nacido; en cambio, los que Dios hizo más inteligentes se enriquecen con aquello que les es más lejano».

Hay que evitar en ese laberinto gótico herir el orgullo de los catalanes, que se sienten agraviados por ultrajes inventados. De momento, la principal tarea de Soraya es «mostrar Estado» a los indepens y a los españoles perdidos en el tumulto. La ventaja de la vicepresidenta es que sabe que esa torre humana de los castells es una utopía compartida por varios partidos que se detestan entre sí; sólo están de acuerdo en el referéndum y ni siquiera en la fecha.

Ni en la fecha ni en la pregunta ni en si van a implantar una república con la bandera cubana o la república de Platón. Los políticos soberanistas temen y piensan que Soraya es una política inteligente, que se va a instalar en el lugar de los hechos para gestionar los destrozos y a prevenir nuevas catástrofes. Me dice un lúcido pesimista: «Si consigue que no se convoque la locura del referéndum ganará la batalla y puede ser la próxima presidenta del Gobierno».

Su intención secreta debería ser dividir para vencer y crear un grupo de expertos independientes a los de los independentistas y los unionistas para que lentamente, al ritmo Rajoy, planteen una reforma de la Constitución, una reforma retórica con metáforas plurinacionales para aguantar unos años.

Los políticos partidarios del referéndum para 2017 saben que no les da tiempo a hacerse el chaqué de cola para el día señalado. Como yo sospecho que la vicepresidenta lleva en esa cartera grande con la que se retrata un proyecto de referéndum pactado para que nadie lo gane, le pregunto a los que están en la onda si eso es posible.

Me convencen de que esa hipótesis es imposible en una época en la que los plebiscitos los pierden quienes los convocan.

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