Juan Pérez de Mungía

Sursum Corda

Sursum Corda
Pablo Iglesias. EP

El Secretario General pronunció «Arriba los corazones» y los militantes respondieron con una sola voz «Lo tenemos levantado hacia el Señor». En la cena de navidad el comité, con sus doce miembros sentados alrededor del presidente le ovacionaron. El presidente levantándose y con un gesto de su mano mandó callar. El silencio se hizo en el restaurante, una ventana se abrió de par en par por el viento, afuera llovía y las cortinas del salón se estremecieron en un vaivén dejando pasar una corriente de aire frío.

El discurso único se propagó en el ambiente, el presidente sostenía los estatutos en una mano y con admonición se dirigió a los comensales expectantes. «Las discrepancias graves con la ideología, los principios y fines del partido, realizadas durante actos de propaganda, reuniones públicas o a través de cualquier medio de comunicación que garanticen la publicidad del hecho deberán ser exorcizados»… los ojos de los feligreses se iluminaron, el pedestal sobre el que se alzaba la mesa permitía que estos miraran a su líder desde una posición inferior, en el silencio, la voz grave continuó, «realizaré los cambios que considere necesarios en la organización interna del Comité Ejecutivo, cesaré a alguno de sus miembros o nombraré otros nuevos en caso de detectar alguna anomalía en su comportamiento», hizo una breve pausa retórica, un escalofrio recorrió el cuerpo de los presentes, el vello se erizó, «hasta febrero podéis decir cosas que me molesten pero cuando todo vuelva al orden, tener ojito con lo que decís».

El salón del hotel estaba a rebosar, alguien tumbó una copa de vino y el personal dió un respingo, tal era la incertidumbre, el líder supremo indicó a continuación «somos demócratas, no socialdemócratas, soy auócrata, no burócrata o es que pensáis que mi mano de hierro temblará ante el oprobio del demonio igualitario, anti ideario y milenario…» recorrió con su vista el escenario, fijándose en unos y otros, desafiante. «Vosotros estáis aquí para defender mi lucha, que es la lucha de todos, todos os debéis a mí, en mí se concentran todos los poderes, y siendo yo el único fuerte, todos sois fuertes porque me tenéis a mí, todos sois anónimos y todos sois del club de la lucha del que formamos parte o es que pensáis que puede existir discrepancia, crítica u opinión alguna que se oponga a mi principio de ser, de ser el único, el omnipresente, el elegido, el que os guía, el que os da satisfacción y os fortalece», el líder había cogido carrerilla, como se decía en la escuela, «que nadie piense que puede saltarse estos estatutos, que nadie piense en formar corros, grupos, facciones, o reuniones donde se cuestione al partido, es decir, al líder o al comité ejecutivo, que a nadie se le ocurra poner en entredicho las verdades contenidas en estos estatutos, quién no los defienda no defiende a sus militantes, quién no los lea atentamente no defiende al partido, quién me ofenda, me ofende a mí, al comité y al partido y a todos vosotros».

Alguien en el público susurró al oído de un correligionario «La gente quiere una vida ficticia y los personajes ficticios una vida real.» Los discretos micrófonos camuflados en los centros de flores de cada mesa captaron estas palabras y el servicio de orden acudió rápidamente a sacar al intruso del salón. La cara de los militantes era un poema.

«El que dude, que confiese, el que muestre debilidad que confiese, es gratis, necesitamos cabezas de lista, no listos con cabeza, necesitamos militantes obedientes, no pudientes militantes que puedan pensar con independencia económica y por tanto dudar de su labor, necesitamos seguidores, no roedores del partido», sus palabras, sus latiguillos, sus rimas cacofónicas retumbaban en los altavoces, «Prevención, no presunción de inocencia, precaución, caución estas son nuestras señas de identidad, devoción, nunca opinión, para opinar ya estoy yo, plenamente dedicado para que vosotros podáis descansar de este martirio que me ha tocado, como líder, liderar y para terminar levantemos nuestra copas y brindemos» todos se levantaron y con sus copas cantaron el himno, «Nuestro líder, es nuestra nación». Todos coreaban los estribillos…

No hay razón de ser
Que ser emoción
No debemos desfallecer
Todo lo hacemos con ilusión.

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