Victor Entrialgo de Castro

La tradición y la costumbre

La tradición y la costumbre
Víctor Entrialgo de Castro, abogado y escritor. PD

La Navidad, aparte de una tradición de la cristiandad que nos vertebra, y que algunos pocos asesinos han atropellado y otros pocos tarugos pretenden laicizar de hoy para mañana es también una recreación de la mujer que busca al padre, que ya no está, o que simplemente ya no es Mago.

De ahí «Papá Noé». La mujer soporta el peso de la tradición y eso le otorga un poder muy sutil, aunque no el trono, porque para mandar, como los magistrados romanos con imperium en la silla curul, hay que estar sentado, aunque mueras a manos del colesterol o de un subidón futbolero. La mujer no para mucho quieta.

Y si dicen que nace un niño en un humilde portal, aunque sea de Internet, puede faltar el padre, pero tendrá que estar la mujer. Por eso depositarias de la tradición y la costumbre las mujeres se ocupan de mantenerla junto a todo este mundo de ilusión infantil y consumo compulsivo.

El hombre, qué se le va a hacer, camina a saltos, es hazañoso, busca cosas nuevas y de cuando en cuando rompe con la costumbre para sorprender a la mujer con una cabriola o una gilipollez con más o menos gracia. Pero sin mucha recompensa. ¿Tu estás tonto?

Cuando llegan estas fechas primero llega el bombardeo publicitario, luego se recupera lo que queda de la institución familiar, que ya no es lo que era, y por ultimo la mujer asume el matriarcado arrostrando consigo más trabajos que poderes.

Hasta que ya no puede más y enferma de cansancio lo tira todo a la cara como reproche. El ritual siempre es igual. La costumbre da calor porque todo es conocido. No hay nada que improvisar. Pero la costumbre que tiene su fin y su razón de ser, puede ser un arma mortífera.

Como el pavo. En este rito antropofágico en que ha degenerado la Navidad, nos comemos unos a otros. Apenas conmemoramos nada. La tradición milenaria ha devenido en una costumbre ancestral. Pero a la espera de recobrar su sentido, no debemos ceder a las amenazas de quienes quieren atropellarla ni a las tonterías de quienes, subrepticia e ideológicamente, pretenden suprimirla.

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