En cierto modo, el hartazgo de la ciudadanía española respecto a la política se debe en gran parte a la frustración e inmensa decepción generada en la sociedad por los partidos de la nueva política, Podemos y Ciudadanos, supuestamente llamados a abanderar la regeneración democrática.
Ambas formaciones están aplicando internamente medidas propias de los partidos viejos con el objetivo de que ningún militante pueda toser a sus amados líderes. La guerra abierta en Podemos es a día de hoy una evidencia, algo que el Sr. Iglesias y el Sr. Errejón intentaron ocultar en el pasado.
No me parece muy lógico defender a ultranza la democracia interna de los partidos y, al mismo tiempo, abogar en su propia casa por el fin de las diferentes corrientes internas existentes.
El último ejemplo, la reunión que ha trascendido entre ambos líderes de Podemos de esta semana, donde ha quedado patente que Iglesias pretende acabar con el debate y controlar las primarias de su formación.
Por su parte, Ciudadanos, que presume de querer obligar al Partido Popular de aplicar primarias y medidas a favor de la democracia interna, también propone modificaciones en sus estatutos y normas para garantizar que el que se mueva, no salga en la foto. Otro ejercicio sublime de incongruencia entre el mensaje que vende cara a la galería y el que aplica en el interior de sus filas.
Los ejemplos de «donde dije digo, digo Diego» de la formación naranja son cada vez más evidentes y claros. En el caso del Sr. Rivera los cambios de mensaje no afectan solo al plano estatutario, sino al propio ideario del partido político, lo cual a mi modo de ver es todavía más grave.
Una formación que ha demostrado en tan solo un año, que es capaz de abrazar al centro-izquierda del Sr. Sánchez y, unos meses después, adoptar el argumentario político del PP no merece credibilidad. Esto explica, en cierta medida, el descenso en las encuestas y la decepción de sus votantes.
En su día, Unión Progreso y Democracia también se consideró como partido de la nueva política. Algunos nos insistían, y de hecho nos siguen insistiendo, en que UPYD y Ciudadanos son partidos gemelos.
Bien, sin ánimo de explicar las diferencias ideológicas entre ambas formaciones, que para mí son evidentes, voy a señalar una diferencia esencial: Cuando UPYD ha tenido representación en el Congreso y en las Comunidades Autónomas, siempre ha dicho lo mismo sin modular el discurso dependiendo del territorio en el que se emita y sin calcular matemáticamente el coste electoral.
Todo lo contrario a lo que ha hecho Ciudadanos en Cataluña o País Vasco, donde han acabado cediendo a las pretensiones de los nacionalistas e independentistas.
Si pensamos que algo es positivo para España, desde UPYD lo defendemos, sin preocuparnos del marketing político o de cálculos electoralistas. Entiendo que los últimos resultados hagan que reflexionemos sobre cómo mejorar la estrategia de comunicación.
Ahora, si para tener más votos hay que renunciar a la coherencia en nuestro mensaje político y traicionar a los votantes, que no cuenten con nosotros.