Luis Ventoso

Los musulmanes no arrancan y lo asombroso es que aquí culpamos de eso a Europa

Los actos violentos más terribles que hoy llora el planeta brotan de la pelea secular entre facciones musulmanas

Los musulmanes no arrancan y lo asombroso es que aquí culpamos de eso a Europa
Islam, violencia, terrorismo, fanático. PO

Criticar a Israel es uno de los pasatiempos europeos (y a veces lo merecen). Pero rodeados de enemigos que querían arrojarlos al mar, han construido un país de aceptable nivel de vida y hechuras de democracia

EUROPA está en declive. Los asiáticos son más y, sobre todo, tienen más ganas de trabajar. A finales de siglo, China volverá a a ser la primera potencia, como durante casi toda la historia, salvo el meritorio paréntesis occidental. Contra todo pronóstico, los europeos, una colección de bárbaros en la Edad Media comparados con los chinos, acabaron superándolos a partir del año 1500.

El milagro se basó en las instituciones que afloraron entonces en Europa: el imperio de la ley, el sistema representativo, el libre mercado y el apogeo de la sociedad civil. Lo ha explicado de manera magnífica el historiador británico Niall Ferguson, aunque como buen inglés se fuma la importancia de la fe cristiana.

No fue solo el oro, el afán evangelizador católico está en la médula de la asombrosa empresa del Imperio Español, el mayor que se ha conocido (y no, no soy franquista por resaltarlo y celebrarlo).

Aunque ya declina, la Europa que despellejamos continúa siendo un oasis de buen vivir (pregunten a los chinos que nos visitan).

En gran medida, los europeos vivimos todavía de las rentas de las instituciones antes citadas, que son las que hoy vapulea la verborrea populista -y populachera- de extrema izquierda y extrema derecha. Además de fustigar a la UE y a la razonable señora Merkel, podríamos hablar en serio del mundo árabe.

Los actos violentos más terribles que hoy llora el planeta brotan de la pelea secular entre facciones musulmanas.

Chiíes y suníes se matan -y a veces nos matan- por una disputa que data del siglo VI, tras la muerte Mahoma. Un delirio. Los chiíes, capitaneados por Irán y minoritarios, reclaman como sucesor del profeta a su primo y yerno, Alí.

Los suníes, que lidera Arabia Saudí, se inclinan por el gobernador de Siria, Muawiya, de la familia de los Omeya. Daesh es una milicia sunita. La mayoría de los terroristas del 11-S eran saudíes. Irán, la otra satrapía que aspira a la hegemonía en la zona, tampoco va a la zaga revolviendo el avispero.

Según el grupo de estudio Terrorism Database, la violencia terrorista relacionada con el mundo islámico ha costado 70.000 vidas de 2000 a 2014. De esos muertos, nueve de cada diez eran musulmanes, primeras víctimas de una despiadada guerra de poder e integrismo.

Criticar a Israel es uno de los pasatiempos europeos (y a veces lo merecen). Pero rodeados de enemigos que querían arrojarlos al mar, han construido un país de aceptable nivel de vida y hechuras de democracia. ¿Ha logrado Arabia Saudí, que en 1938 se topó con las mayores reservas mundiales de petróleo, construir una sociedad justa y equilibrada?

¿Han creado industrias que den ejemplo e impulso a la región? ¿A cuántos de sus hermanos musulmanes refugiados han acogido? ¿E Irán, que está enfangado hasta las cejas en la carnicería siria?

De 1914 a 1918 y entre 1939 y 1944, los europeos fuimos la plaga del mundo, desatamos matanzas jamás vistas.

Pero aprendimos. Durante siete décadas nos vacunamos contra el veneno nacionalista (que ahora, asombrosamente, vuelve). Los musulmanes tienen que asumir su problema. Que es suyo, aunque se pretenda hacerlo nuestro.

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