Manuel del Rosal

Los Santos Inocentes

Los Santos Inocentes
Manuel del Rosal García. PD

Una paradoja cruel: Todos los defensores del aborto están vivos.

«Yo imagino que el grito de esos pobrecitos que son asesinados antes de nacer debe llegar hasta Dios» Madre Teresa de Calcuta

Habiendo conocido el nacimiento de Jesús por los Magos de Oriente, que lo proclamaban el nuevo Rey de los judíos, y temeroso de que fuera una amenaza para su reinado, Herodes el Grande, al no conocer donde se encontraba el recién nacido Jesús, ordenó la matanza de todos los niños menores de dos años de su reino para asegurarse su muerte. Hoy, 28 de diciembre se conmemora el día de los Santos Inocentes.

Y hoy, al igual que hace más de dos mil años y en pleno siglo XXI, siglo de las luces y del progreso; se siguen matando inocentes que, al igual que los de Herodes, no pueden ni hablar ni defenderse. A diferencia de los inocentes degollados por Herodes que ya habían nacido, estos nuevos inocentes son privados de la vida antes de nacer y con métodos mucho más perversos que los empleados por los sicarios de Herodes. Los Herodes de hoy no son reyes temerosos de perder su poder, son hombres y mujeres temerosos de perder su estatus de vida con la llegada de un hijo «no deseado».

Y vamos a entrar en datos, datos que nos hablan de la magnitud de la tragedia de los abortos, de la tragedia de esos inocentes. Siempre han sido los números los que al hablar han aclarado las cosas, tanto las buenos como las malas. Los números son fríos, desde luego no tan fríos como esa mujer que destruye una vida que se inicia en su vientre ni como ese hombre que lo consiente o lo anima, ni como ese facultativo que, ahogado en la nueva medicina técnica y tecnológica, ha perdido la sensibilidad y ya no recuerda una de las máximas de la Medicina: «Primum non nocere«. «Según el Instituto de Política Familiar, entre 1993 y 2013 los abortos aumentaron en España el 140%. Eduardo Hertfelder, su director, afirma que el aborto es una de las causas claras del descenso de natalidad. Entre 1985 y 2013 se practicaron en España 1.900.000 abortos que se dice pronto. Los abortos son la mayor causa de muertes en España actualmente y desde hace varios años, muertes por encima de las producidas por problemas circulatorios e incluso por tumores». En Europa cada 29 segundos se produce un aborto. En los últimos veinte años se han producido 30 millones de abortos. Señores, ni todas las guerras acaecidas en esos últimos 50 años en Europa, han producido tantas muertes. Por supuesto, y al igual que en España, los abortos son la mayor causa de muerte en Europa. Ante estos datos, deberíamos, mínimamente, de reflexionar y mirar dentro de nosotros para ver de encontrar la causa por la que matamos a nuestros propios hijos, incluso antes de nacer. Esta sociedad se escandaliza al recordar la barbarie de la esclavitud, la sociedad del futuro – estoy seguro – se escandalizará de la barbarie de los abortos y se preguntará ¿cómo una civilización que había alcanzado las más altas cotas de desarrollo técnico y tecnológico exterminaba, ya antes de nacer, a sus propios hijos».

Son mujeres y hombres los que deciden quien puede o no puede venir a la vida. Desde su egoísmo superlativo, se arrogan la facultad de jueces que dictan quien tiene o no tiene derecho a la vida. Y son facultativos que han acatado el Juramento hipocrático los que ejecutan la sentencia, olvidando el punto número cuatro de ese juramento, actualizado en septiembre de 1948 en Ginebra a raíz de los actos inhumanos cometidos por algunos médicos durante el conflicto mundial, que dice así: «Mantendré sumo respeto a la vida humana, desde el momento mismo de la concepción; y no utilizaré – ni incluso por amenazas – mis conocimientos médicos para contravenir las leyes de la humanidad». Pero uno se pregunta si todavía se hace este juramento en las facultades de Medicina y, si se hace, se cumple.

Son varios los métodos empleados para destruir una vida dentro del vientre de una madre: Por succión, por curetaje o cuchilla, por inyección salina… No voy a entrar en los detalles de los dos primeros, voy a describir someramente lo que se le produce al feto por la inyección salina que es el que se realiza a los cuatro meses, cuando el feto ya no puede ser succionado o descuartizado por la cuchilla: «Una larga aguja es introducida por el abdomen de la madre para extraer parte del líquido amniótico y sustituirlo por una solución salina. El indefenso e inocente bebé no puede evitar tragar la solución asesina. Se retuerce, patalea, choca con violencia contra las paredes del útero. Se está envenenando al penetrar la solución en su organismo, pero también se está quemando vivo por dentro y por fuera. Su piel es abrasada y sus órganos internos quemados. El sufrimiento es inenarrable, basta imaginarlo en nuestro cuerpo para aterrorizarnos. Cuando el feto es expulsado se ve como su piel está brillante y apergaminada por las quemaduras, su boca está abierta en la última expresión de un grito desgarrador, un grito silencioso que resuena en el vientre de la madre con ecos que ni los padres, ni los médicos oyen ni quieren oír pero que, como dice La Madre Teresa, llegarán hasta Dios. Así son eliminados los nuevos SANTOS INOCENTES. Los métodos empleados, como verán, son de una crueldad sin límites. ¿Conocen los padres el desgarrador sufrimiento al que se ven sometidos en una tortura inconcebible sus hijos? Posiblemente no. Yo les sugiero que antes de tomar la decisión de abortar al hijo que espera en el vientre de su madre, vean el documental del Dr.Berbard Nathanson titulado «El grito silencioso»; puede que a la vista de él recapaciten, aunque solo sea por piedad. Los médicos que practican el aborto si conocen el sufrimiento de los fetos, y ese conocimiento hace aún más difícil de entender que quienes se han preparado para luchar contra las enfermedades y la muerte, estén revestidos de tal grado de insensibilidad ante el dolor y la muerte de tantos SANTOS INOCENTES.

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