Ramón Pérez-Maura

Reivindicación de la Memoria Histórica

Cuando Napoleón pasó por Viena dejó su águila imperial cincelada en las paredes del Hofburg

Reivindicación de la Memoria Histórica
Ramón Pérez Maura. PD

EN este país llamado España padecemos una mal llamada «Ley de la Memoria Histórica» cuyo objetivo es, precisamente, impedir que se tenga memoria de lo que fue la Historia.

Una Historia que tuvo altibajos políticos y en la que cualquier ciudadano se identifica más con unas fases políticas que con otras. Exactamente igual que ocurre con el presente, cuando unos comparten más que otros las posiciones del Gobierno de turno. Pero una ley que se empeña en borrar una parte de la Historia es una ley profundamente nociva.

Frente a nuestro afán por derribar estatuas o mandarlas al trastero, siempre admiré el ejemplo austriaco desplegado en el Hofburg vienés. Cuando Napoleón pasó por allí dejó su águila imperial cincelada en las paredes del palacio.

Fue un paso efímero, pero más de doscientos años después esas águilas siguen allí, como lo están las águilas bicéfalas de los Habsburgo que reinaron seis siglos sobre un imperio multinacional.

La República de Hungría reivindicó este 30 de diciembre de 2016 la memoria del último de esos Habsburgo que reinó sobre Hungría, el Rey Carlos IV. En el día y hora en que se cumplían exactamente cien años desde que el Emperador Carlos I acudió a Budapest para recibir la Corona de San Esteban como Rey de Hungría, el presidente de la República, János Áder, presidió la ceremonia conmemorativa en la que se celebró una Misa de Acción de Gracias oficiada por el cardenal Péter Erdö, primado de Hungría, y tras la cual el jefe de la Casa Imperial de Austria y Real de Hungría, el Archiduque Carlos, realizó un discurso conmemorativo de la figura de su abuelo en el que recordó que «para este Monarca profundamente religioso, los valores individuales, como la integridad y la lealtad, desempeñaban un papel especial. Junto con ellos, sus principios políticos y sociales deben servirnos aún hoy como líneas directrices para la construcción de la casa común europea».

Estos actos del día de ayer, difundidos por la televisión estatal y por la cadena Duna, que extiende su señal entre los millones de húngaros que tras la caída de la Monarquía en 1918 quedaron fuera de las fronteras de la actual república, son una reivindicación de la historia de Hungría hecha por el Gobierno del denostado Víctor Orban.

Unos actos en los que los húngaros del presente reivindican la figura de un efímero monarca -no llegó a dos años en el trono- de una dinastía a la que muchos compatriotas cuestionaban.

Especialmente entre la nobleza. Pero una dinastía cuya historia los húngaros reivindican hoy, como se pudo ver ayer. El Gobierno húngaro está en proceso de habilitar parte del Palacio Real de Budapest para instalar el fabuloso legado que representa el archivo del heredero de su último Rey, Otto de Habsburgo, un archivo que los austriacos ningunearon cuando se les ofreció y que ahora provoca una notable polémica en Austria porque no se quiere aceptar que los Habsburgo eran tan austriacos como húngaros o croatas o tantas otras nacionalidades como las que constituyeron la Monarquía danubiana, que es el germen de nuestra Europa unida del presente.

Ayer en Budapest se reivindicó la figura del Rey Carlos IV de Hungría, que para los católicos es el Beato Carlos de Austria desde que san Juan Pablo II lo beatificó en Roma el 3 de octubre de 2004, haciendo de él un modelo a seguir para la clase política.

Ojalá fuésemos capaces de aprender algo de este gesto de concordia húngaro y de este santo.

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