A Bill Maher, presentador de la televisión americana, actor, escritor, comentarista político, humorista, nacido en Nueva York en 1956, y uno de los comediantes mejor pagados del mundo, le han llamado de todo menos bonito, incluso algunos le han tachado de subversivo por la acidez de sus críticas a los republicanos, acrecentadas tras la victoria de Donald Trump y por su posicionamiento sin reservas a favor de Hillary Clinton pero especialmente a las reformas y el carisma de Obama.
Un gran profesional al que acostumbro seguir en Movistar + porque en España sería complicado que un programa de esas características se pudiera emitir por cualquiera de las cadenas generalistas.
Muy en la línea de Wyoming, pero mucho más irrespetuoso y más cruel, Maher, que se pasea por teatros y salas de fiestas del país como si de una estrella de Hollywood se tratase, tiene una tertulia desde hace años en HBO, en la que intervienen destacados periodistas, políticos, escritores, intelectuales de todas las tendencias sin que eso le suponga ningún problema ni a él ni a los que comparten sus comentarios y sus sarcasmos, teniendo en cuenta el alto nivel intelectual de todos ellos.
Pues bien, ahora que faltan apenas dos semanas para que Trump tome posesión de su cargo, Bill ha emprendido una campaña que ha titulado «Todavía estamos aquí», con la que intenta desafiar el enorme poder acumulado por un político, que si por algo destaca, es por haber dividido el país con el grave riesgo que supone potenciar las pasiones más bajas de una clase social venida a menos.
Con esa iniciativa, el famoso periodista y showman intenta aglutinar el descontento de los más progresistas, pero también de esos otros millones de mejicanos, negros, orientales que están horrorizado por las políticas anunciadas por Trump durante la campaña electoral, pero también por las amenazas que suelta cada día a través de su cuenta de twitter.
Un medio que domina mejor que ningún otro pero que una vez que se instale en la Casa Blanca, puede ocasionarle a él y al mundo graves problemas políticos y económicos, no solo a nivel internacional también a nivel interno.
Para conseguir que su iniciativa tenga éxito el periodista cuenta no solo con los espectadores que se cuentan por millones, también con los desencantados que a diario se manifiestan por todo el país, con los profesionales que han colaborado durante estos últimos ocho años con Obama, con prestigiosos medios de comunicación, todos los cuales han aprendido una importante lección: no basta con estar suficientemente preparados, ser mujer o negro, aprobar leyes que favorecen a los más necesitados como la sanidad para todos, o bajar el paro; ahora lo que mucha gente busca es la cercanía, palabras grandilocuentes, propuestas imposibles de cumplir salvo que estés loco o te hayas hecho famoso por participar en un reality. Un retrato bastante aproximado a lo que es y significa el multimillonario Donald Trump, difícil de aceptar pero al que tendrán que hacer frente con iniciativas diversas si no quieren que la brecha se agrande tanto que después resulte muy difícil coser las costuras de la sociedad americana.
Que los nombramientos de quienes van a desempeñar importantes cargos en la era Donald Trump hayan recaído en los militares o millonarios ultra conservadores no es más que el aperitivo de lo que les/nos espera durante los próximos cuatro años a todos aquellos que soñamos con un mundo mejor, más solidario, sin tantas desigualdades, con más derechos sociales, en el que no se rechace a nadie por su color de piel o su tendencia sexual, tal y como propone Bill Maher.