Antonio Burgos

Del Politiqués pasamos al Tertulianés, del Tertulianés al Idiotés, y ahora hemos roto a hablar en Gilipollés

Del Politiqués pasamos al Tertulianés, del Tertulianés al Idiotés, y ahora hemos roto a hablar en Gilipollés
Antonio Burgos. PD

NO sé cómo los lingüistas y cuidadores de la lengua española no nos han advertido ya del riesgo que estamos corriendo: llegar a hacer de nuestro idioma una degeneración ininteligible.

Como la fragmentación lingüística del latín en la Romania, me parece que estamos asistiendo a la descomposición del español en mil jergas de la modernidad, en nombre del progreso y del por aquí te quiero ver.

Y para que comprueben que no hablo a humo de pajas, vean lo que me encuentro que en las redes sociales ha puesto Miguel Urbán Crespo, quien se presenta como «anticapitalista empeñado en cambiar el mundo desde la base, cofundador de Podemos y ahora eurodiputado».

Supongo que eurodiputado por los morados, que se están poniendo morados y oro de poder y de sueldos públicos, convertidos ellos mismos en la Casta con la que querían acabar.

Pide este buen señor en un mensaje: «Autoorganización social para que las instituciones sean espacios de empoderamiento popular».

Pero ¿qué dice que vende? No me he enterado ni de papa de lo que quiere decir este tío. Para mí, como si hablara en chino del marido de Manolita Chen. Y lo más grave es que escribe en español, y que en eso ha degenerado nuestra lengua. ¿Usted sabe acaso qué son los «espacios de empoderamiento popular»?

¿Qué idioma es este? Pues, para mí, la última consecuencia de la fragmentación lingüística imbécil del español: del Politiqués pasamos al Tertulianés, del Tertulianés al Idiotés, y ahora hemos roto a hablar en Gilipollés.

Porque no otra cosa que hablar en Gilipollés es hacerlo como el eurodiputado Urbán. Al que en la frase de marras le echo en falta otra palabra clásica entre las clásicas del léxico del Gilipollés: la Posverdad.

¿Usted sabe qué es la Posverdad? Yo, gracias a Dios, no. Ni Undibé lo permita, que dicen los gitanos. (Bueno, los de la etnia gitana, no vayamos a tenerla). Si usted cree que yo sé qué es la Posverdad, ¿por quién me ha tomado?

Iba a decir que tiro la toalla ante esta invasión del Gilipollés como lenguaje cotidiano, pero no lo hago, porque esa toalla me va a hacer falta. Para secarme las manos tras lavármelas como Pilatos cuando preguntó en presencia de aquel divino reo Nazareno (Juan, 18:38): «¿Qué es la Verdad?».

Si Pilatos, con el destino que tenía, no sabía qué era la Verdad, comprenderán ustedes que no voy a ser menos que el Poncio jerosolimitano y me voy a apuntar el tanto de decir que sé qué moño es la Posverdad.

La Posverdad es una camelancia fina que se han inventado los de Podemos e islas adyacentes para crear una especie de lenguaje iniciático, de ellos con ellos. Pero les aseguro que se puede vivir perfectamente sin saber qué puñetas es la Posverdad. Ni coges una pulmonía doble con estos fríos, ni te cobran menos por el recibo de la luz ni se te rompe la nevera cuando acabas de meter los congelados que traes del Mercadona.

Por supuesto que digo esto «como no podía ser de otra manera», que es muletilla obligada en Idiotés. No, si en Idiotés medio me defiendo, lo chapurreo. Pero no he roto aún a hablar un Gilipollés tan perfecto como el del señor Urbán. Sé citar la «precarización del empleo» cada vez que dan las cifras oficiales del bajón del paro.

Y sé que cuando uno se excede en algo «se pasa de frenada» o «se pasa cinco pueblos», a discreción. Sé que cuando ha de continuarse con una argumentación, es imprescindible echar por delante el «dicho lo cual». Y si cambias de tema, debes advertir que ya es «en otro orden de cosas». Pero no me manejo con el «implementar» ni con el «posicionar».

¿Cómo les diría? No sé «recepcionar» esos latiguillos del Idiotés y del Gilipollés en el disco duro de mi memoria de hablante. Sé que debo tender a «un modelo de mayor rigurosidad» y pasarme a la «diversidad cultural».

Pero siento decepcionarles: no sé hablar Gilipollés. Que al paso que vamos, está dando origen a otra importante variante dialectal del español: el Carajotés.

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