Juan Pérez de Mungía

El discurso Unicode de Ciudadanos

El discurso Unicode de Ciudadanos
Albert Rivera, líder de Ciudadanos. CS

Los mensajes en las redes sociales enmascaran el contenido. La cantidad y la forma de los mensajes encubren la falta de calidad a base de inmediatez y publicidad equilibrando los platillos de la balanza de manera que los iletrados y analfabetos tienen tanto peso e influencia como los letrados y alfabetizados.

Del mismo tenor, los políticos tenían un discurso, a veces único, pero un discurso al fin. Ahora el discurso se ha substituido por un juego de caracteres y emoticonos que a simple vista se articulan en palabras y frases como si tuvieran algún sentido. No hace falta tener más de una idea, si acaso se tiene. Los párrafos han desaparecido y los substituye el eslogan, la idea fuerza que se repite hasta el hastío, como un mantra que detiene el pensamiento y lo extingue. ¿Para qué desarrollar un ideario y presentar a los ciudadanos los estatutos, si el ideario consiste en santificar al jefe bueno y la estrategia es ganar un congreso concertando a favor a todos aquellos que viven de la política? Así es, de espaldas a los ciudadanos. Una paradoja perversa. Rivera ha logrado recrear con singular pericia el discurso de no decir nada mientras los turiferarios habituales que cobran del erario público se aglutinan en torno suyo como simples aduladores. Cuando se conoce el modo en que trafican los votos, como preparan listas y votan como un solo hombre al servicio de la casta enquistada del partido se descubre una maniobra macabra, cómo constituir un nuevo partido viciado por los vicios de los viejos partidos. No hay nada nuevo, las viejas prácticas apenas pueden ya esconderse bajo pieles de cordero nuevas. Son los mismos perros con distintos collares. El partido renueva su piel para que nada cambie. El cuerpo es del mismo reptil.

El Ciudadanos de Rivera está perdiendo su efímero esplendor. No se trata simplemente de que dé la espalda al ideario de sus fundadores, que apee del frontispicio de su ideario la inspiración socialdemócrata o que reivindique su liberalismo. Está perdiendo a pasos agigantados su oportunidad de ser un partido moderno y regenerador, transparente en sus formas y en sus contenidos, vertebrador de una sociedad abierta que esperó del nuevo partido una forma de representación abierta a la sociedad abierta. Se simuló la competencia de los candidatos con primarias amañadas y nombramientos a dedo, los mismos que les negaron la representación, en Galicia, en el Pais Vasco, en Navarra, y en tantos sitios. Ya no se necesita simular las primarias, ahora basta con evitar la dispersión del voto amparando mafias que voten a un candidato único, en el pais, en las autonomías, en las grandes ciudades. Sabíamos que cada político es resultado de la cooptación de los jefes, y el consentimiento ciudadano, pero al menos cabía esperar que fueran competentes y representativos de aquellos que dicen representar. Rivera se ha quitado la máscara. Ha pasado a ser una copia mala de UPyD. ¿Cuánto durará la farsa?. Un partido que ha renunciado a transformar el país, que quiere expandirse adulando a los nacionalismos periféricos, que ha renunciado en cada baile político a su identidad mientras castiga y excluye a los críticos, y que amenaza con flirtear con los filofascistas de Podemos y con el socialismo marchito. Convertido en un instrumento de sus propias élites se ha constituido en una suerte de amalgama de estómagos agradecidos nutridos por las proteínas que reciben del Estado y el sistema político como un mero sindicato de cargos. Pronto se desvelará como se han reclutado sus miembros. Los peores han hecho de su capa un sayo, obran a su propio arbitrio y se desembarazan de quienes amenazan con pensar mas allá de la máscara de Rivera. «Se considera dueño y señor de todo, y como no tiene que rendir cuentas, hace de su capa un sayo. [Sus vasallos tienen] poderes omnímodos de su amo el emperador… ni siquiera se acuerda puedan existir súbditos vejados» (Guillermo Tell, Fiedrich Shiller).

El barco Ciudadanos se encuentra navegando de popa de acuerdo con la nueva carta de navegación. Los nuevos estatutos se perfilan como un sistema endogámico que funciona mediante la química endocrina de sus militantes. Ya no hay sistema nervioso, ni señales eléctricas que permitan aventurar una forma moderna de organización, solo existe una biblia, una biblia que versículo en versículo va desgranando lo más granado de los partidos fantasmas. Se anula el diálogo, se persigue al disidente, se manipula el voto, se persigue al crítico tanto más si es intelectual, se cercena la discrepancia que contribuye a crear conciencia social, se homologan conductas y se convierte a los militantes en masa, una masa informe, adornada de banderines, globos, pasquines y demás símbolos naranjas, el color del partido. Como un joven Werther el afiliado se enamora de Albert, pero Albert está ya comprometido y a pesar de las advertencias de Wilhem, verá su suicidio político escrito con pistolas prestadas. Se han cerrado las puertas al cambio real, se han cerrado las puertas al mérito y al conocimiento experto. En la cámara quedan los burócratas, encerrados en su castillo medieval, que solo aspiran a perpetuarse al frente de sus almenas, encerrados en su juguete político, Ciudadanos aspira a convertirse en el increíble partido menguante.

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