Luis Ventoso

Pensamientos frikis cuando te olvidas el móvil

Pensamientos frikis cuando te olvidas el móvil
Luis Ventoso. PD

BAJAR a tomarte un cafelillo para despejar la cabeza y descubrir que te has dejado el móvil en casa es como si te hubiesen amputado una extremidad.

Somos ya tan yonquis del teléfono que sin él te sumes en el desconcierto y en un cierto vacío. Pero además el facazo por el café iba a ser épico, como estilan en Londres, así que tampoco era cosa de soplarse el «flat white» en dos sorbos.

Tocaba desquitar el rejonazo sentado allí un ratillo. Sin la compañía evasora del móvil, pensamientos volanderos, muchos intrascendentes, o directamente chorras, te van surcando la cabeza.

Pensé en una crítica de vinos que había ojeado en el periódico del metro: ¿cómo logran esos especialistas darle exactamente un 93,5 a un caldo? ¿Qué narices prodigiosas son esas capaces de discernir en decimales las cualidades de un tintorro?

Medité un poco sobre fútbol: ¿cómo es que se ensalzan con todo lujo de detalles los goles de Sergio Ramos y nadie acaba de reparar en que atrás es una coladera?

Reflexioné sobre el curioso programa del corazón de la televisión pública española, donde no pasan dos días sin que aparezca como si fuese un héroe social un tal Borja Thyssen, prófugo fiscal escaqueado en Londres para no cumplir con la Hacienda española.

La cabeza volaba por pagos frikis. Y claro, acabó aterrizando en el juez Vidal, al que en su día contrataron para redactar la «constitución» de la República Catalana.

La pregunta fue entonces bien sencilla: ¿cómo es que buena parte de un pueblo tan inteligente como el catalán, muy trabajador, que ha hecho tantas cosas extraordinarias, aguanta el astracán que tiene encima?

¿De verdad le dan un aprobado alto al Gobierno de Puigdemont, como asegura su sondeo oficial? ¿Desconocen que la zarrapastrosa gestión de los sucesivos gobiernos autonómicos ha convertido su deuda en bono basura, que la comunidad está rescatada de facto, que los servicios públicos se siguen ofreciendo solo gracias al esfuerzo solidario del Estado, de todos los españoles?

¿Saben que el abandono escolar en Cataluña es 3,4 puntos superior al de Madrid? ¿No han escuchado al presidente del Círculo de Empresarios diciendo en alto lo que todo el mundo sabe, que las compañías están «huyendo como de la peste» ante el delirio político, que incluye a un grupúsculo antisistema tutelando al Ejecutivo?

¿Les parece buena idea que el plan obsesivo de sus gobernantes sea convertir a uno de Tarragona en extranjero para otro de Castellón o Teruel?

¿Les merece crédito un régimen montado por Pujol, que ideó un entramado familiar para robar del dinero público de los catalanes?

¿Les complace que Cataluña, que era para todos los españoles un ejemplo muy admirado de modernidad y europeísmo, se vuelva ahora enojosa por el fanatismo de unos radicales que suplantan la voluntad del conjunto de los catalanes?

¿Les agrada que su Administración intente lavarles el cerebro gastando en propaganda separatista el dinero que necesitaría la sanidad local, o que la televisión autonómica sea abiertamente el ariete de una causa política?

¿No añoran un poco de oxígeno, paz social, sentido común, libertad, solidaridad con sus amigos y vecinos de siempre?

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