Ignacio Camacho

Otro acicate para Susana Díaz: rescatar a su partido del peligro de Sánchez

Otro acicate para Susana Díaz: rescatar a su partido del peligro de Sánchez
Ignacio Camacho. PD

CUATRO meses de campaña serían un exceso en un país con treinta millones de votantes; en un partido de 180.000 afiliados constituyen sencillamente una locura insoportable.

Esa es la razón por la que Susana Díaz está aplazando su candidatura al liderazgo del PSOE: quiere acortar al máximo la batalla de desgaste. En realidad se trata de una dilación virtual porque se va a presentar y todo el mundo lo sabe; sólo le sirve para eludir durante un tiempo no demasiado largo un cuerpo a cuerpo que acabará resultando desagradable.

Pero se va a postular, salvo que medie una catástrofe. Y si antes la estimulaban el deseo o la ambición de proyectarse a escala nacional, ahora tiene un motivo extra que le sirve de acicate: rescatar a su partido del peligro de Pedro Sánchez.

Para Díaz, como para la mayoría de los barones que dieron el golpe antisanchista de octubre, el ex secretario general representa la mayor amenaza actual para la supervivencia de la organización.

Lo consideran un cuerpo extraño, ajeno a la cultura del partido, un advenedizo sin más motivación que el desquite y dispuesto a cualquier cosa con tal de reivindicarse.

Le creen -con motivos- fascinado por la estrategia populista y envuelto en un mesianismo sobrevenido que lo ha transformado en un intruso, en un outsider.

Por eso lo derrocaron, persuadidos de que el daño sería mayor cuanto más tardasen. Sus dos años de mandato, trufados de conflictos internos y de derrotas electorales que no parecían hacer mella en su suficiencia, sembraron en la nomenclatura socialista la convicción de que su líder la arrastraba al desastre.

La presidenta andaluza es la cabeza de ese movimiento defensivo, de patriotismo de partido, que surge de la tradición dinástica del PSOE. Dirigentes territoriales, personalidades de la vieja guardia gonzalista, exministros y alcaldes. Hasta los restos del zapaterismo se han alineado en la coalición contra Sánchez.

Lo que les une no es el rechazo a pactar con Podemos -alianza inevitable para regresar al poder a corto plazo-, sino a converger con los populistas en un proceso autodestructivo que acabaría liquidando a la socialdemocracia. Y sobre todo, los sindica la preservación del modelo piramidal y representativo, que ven en riesgo bajo el proyecto de una nueva legitimidad asamblearia.

Sin Sánchez en la carrera, acaso Díaz habría calibrado más sus propias opciones, pero ahora se siente al frente de una responsabilidad. El mitin de ayer en Madrid retrató a una candidata decidida a ganar.

Frente a los baños de militancia radicalizada de su rival, los susanistas exhibieron músculo municipal para expresar su dominio de la estructura orgánica. El mensaje que quieren enviar es el de que son el PSOE institucional contra el perdedor de elecciones. El PSOE que gobierna frente al que fracasa. El PSOE que puede repartir cargos contra el que sólo busca la revancha.

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