La Marea de Pérez Henares

Pupulismo Judicial

Baltasar Garzón fue su precursor y astro mayor hasta que una sentencia del Tribunal Supremo, por prevaricación, lo apartó de la carrera judicial. Sus afanes no ha mermado por eso ni sus ansias estelares tampoco y sigue impartiendo doctrina. Pero al menos no lo hace como juez.
Su estela, sin embargo, ha sido seguida con fruición. Una cierta parte -mantengamos la esperanza de su minoría- de la carrera judicial ha visto ahí un modelo a seguir y se ha lanzado con denuedo por la misma senda. Les ha ayudado, ¿cómo no?, el clima social: crisis, corrupción, descrédito institucional. Se han subido a un barco ya muy concurrido y que navega soltando mucha humareda y haciendo sonar la sirena, el del populismo. Algunos incluso no han dudado, además, en cambiar la toga por la camiseta del partido y el auto por el mitin, sin solución de continuidad. Pero eso también, con camino de ida y vuelta en cuanto sea menester. Como hizo el “maestro” Garzón y siguiendo una practica de cotidiano uso por todos y de uno y otro color.

La legión político-judicial española considera algo normal saltar de la judicatura a la política y luego retornar como si nada a la primera. Es más, sin empacho alguno, para actuar incumpliendo los dos mandatos del axioma de la mujer del Cesar o sea poniéndose a juzgar, sin pestañear, y ya me contarán con que apariencia y que imparcialidad, a quienes eran sus enconados rivales políticos y, también se da el caso, a los propios compañeros de partido con los que se ha podido salir tarifando y por la puerta de atrás. Y otra vez tenemos, y para ambos supuestos, el preclaro ejemplo del ex juez Garzón. Aunque aquí se está viendo superado actualmente por el juez Eloy Velasco, alto cargo político en la Generalitat Valenciana y que al ver frustradas allí sus expectativas regresó a la toga y se ha convertido en el azote mas feroz de sus antiguos correligionarios a los que pretende juzgar incluso por “intención”, por “pecado de pensamiento” como en el sexto mandamiento como ha propuesto hacer en el caso del presidente murciano.

El salto a la política los pone al descubierto. Tanto a la ida como a la vuelta, pero es en este segundo caso donde la sospecha de parcialidad toma rango de certeza y por ello resulta en verdad una perversión que se siga produciendo y que no haya ya no el sentido común sino el imprescindible grado de decencia de impedir que tal cosa se siga haciendo legalmente o al menos, que a los “retornados” se les impida actuar en cualquier cosa que ni por asomo roce con su anterior actividad y afecte a implicados con los que haya tenido que ver tanto para bien como para mal en su actividad partidista.

Pero no es necesario para el populismo judicial ese cruce de rio. Eso son los menos. Hoy el populismo judicial puede muy bien desarrollarse y medrar sin esa condición. Puede hacerlo sin abandonar la judicatura y como mejor trampolin para prosperar en ella. Tiene el mejor caldo de cultivo, tiene la gran coartada, tiene el viento a favor y tiene, y esto es esencial, el AGITPROP , o sea la Agitación Prensa y Propaganda en la que tantas veces se han convertido los medios de Comunicación. Todo juez populista ha de tener su cohorte de comunicacional a la que filtrar ya no solo escritos, sino sospechas y adelantar decisiones. Porque no hay juez justiciero que no adelante y publicite, mediante la consabida y reiterada filtración de la que “nadie” es responsable y que ya supone la primera y letal condena para el señalado. Con el aplauso general y con la subida a los altares de la popularidad.

Porque ¿Quién es el guapo que se atreve a ir contracorriente? ¿Quién osa decir que un juez no ha de ser el adelantado combatiente de la “causa” sino un servidor del Estado y de la Ley? ¿Quién rechista en defensa de derechos y mismas varas de medir si los señalados pertenecen a los “manchados” y que ya lo van a ser aunque cuando ya estén destruidos tras años de pantallazos mil veces repetidos un día se resuelva su absolución? ¿Quién defiende aquí que habría que meditar que con el troceo y otras triquiñuelas se acumulan penas que resultan a la postre desorbitadas y que en España resulta mucho más “barato” asesinar que robar, aunque depende de que robo, que si es con violencia, tiros y atracando bancos eso tiene un pasar? ¿Quién, contra ese estado de ánimo general, contra el vocerío casi unánime, por supuesto siempre los “otros”, los “demás” son los culpables levanta la voz por la sensatez, la ecuanimidad, la equidad, o sea la Justicia?. ¿Quién pregunta siquiera cual es el “HECHO” que se juzga, la almendra de la cuestión, lo sustantivo cuando ya lo que sale en todo los titulares es la calificación : prevaricación, cohecho, blanqueo, malversación etc, sin decir ni el que ni el por qué, ni el monto, ni el cuanto que eso a nadie le va a importar?

Muy difícil, suicida, el hacerlo. En esto y en tantas cosas. Durante un tiempo el populismo es imbatible, la demagogia más roma y simple es imparable. Solo cuando sus efectos perversos, sus demoledoras consecuencias y su desastre final producen se comienza a percibir la atroz mentira que escondía su apariencia de verdad y de fácil solución.
A ese carro se han subido muchas togas y el disparate crece por doquier. Todo puede ser buen pasto para el populismo judicial. Todo acaba en el juzgado. So pretexto de corrupción, cuyo combate es primordial pero hecho con recta ley y por ley, se está criminalizando todo acto de función pública y de representación. Los caos de corrupción son repulsivos pero con ellos se confunden lo que no los son y merecen el mismo trato. Cualquier decisión administrativa puede ser discutida y puede ser un error pero utilizándola judicialmente, y los partidos han aprendido pronto el sistema para acabar con el adversario, se convierte en algo que ya de inicio supone el destruir ya no el crédito político de una persona sino a la persona misma y a su dignidad como tal.

No solo esto sino que vamos a más. Todo y cuando digo todo digo que hasta los cangrejos han acabado siendo judicializados y siempre parece haber un juez presto a meterse al charco. En Almería ya hay uno dispuesto a juzgar a toda la Gestora y el Comité Federal del PSOE por haber echado a Sánchez y le ha dicho a la fiscalía que se ponga a trabajar. En fin, lo dicho. El populismo invade todo. La justicia también y el populismo judicial es su resultante actual.

Nota Final: El Caso Noos ha sido ejemplo preclaro de ese populismo judicial en el que no ha faltado ni un solo ingrediente. Como estrambote final el que la «acusación popular» fuera a la postre una organización presuntamente criminal cuyos dirigentes han acabado encarcelados y que encima se hacían llamar «Manos Limpias». Pero lo esencial es que tras años con el asunto ya no había español que no tuviera su sentencia echada y cuando se ha dictado la sentencia de verdad, por tres jueces, tres señoras magistradas que han dado al menos una lección de discreción y de nulas filtraciones que fueron antes lo habitual, esta ya había sido mil veces prejuzgada por tierra, mar y aire. Quizás habría que meditar un poco sobre ello, sobre culpables, absueltos y daños irreparables. Prometo con sosiego dedicar algo pronto y pasado el ruido a la sentencia en sí y a sus efectos tanto directos como colaterales

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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