Luis del Val

El nómada de Sudán

El nómada de Sudán
Luis del Val. PD

Dejó escrito por algún libro Miguel de Unamuno que las personas se movían por el planeta debido a la topofobia y a la topofilia, es decir, por rechazo del sitio del que se procede o por amor al lugar al que se dirigen. Como amar lo desconocido parece bastante improbable, la mayoría de los movimientos migratorios se producen porque el lugar donde las personas habitan se ha convertido en un sitio donde es muy complicado vivir o es muy difícil conservar la vida.

Ver a un sudanés sobre un paisaje nevado es tan exótico como si contempláramos a un lapón en el interior de un bosque tropical, por lo que no caben demasiadas disquisiciones para llegar a la conclusión de que este hombre, mientras veía pasar jirafas o escuchaba a lo lejos el rugido del león, era bastante improbable que soñara con las nieves canadienses.

Nuestra civilización se desarrolló, en un principio, sobre las bases del nomadeo, hasta que se descubrió la agricultura, y las tribus se volvieron sedentarias. No obstante, las guerras -las imperiales y las de religión- y los totalitarismo han empujado a millones de personas volver a ser nómadas.

Y éste es el gran problema que tenemos sin resolver, y el que terminará cambiando los mapas, sin que nadie parezca alarmarse demasiado, cuando es mucho más trascendente que el mismísimo terrorismo internacional, aunque el populismo de extrema derecha se empeñe en emparejarlo.

Los bárbaros no vienen con Atila, ni con hambre de destruir un imperio, sino espantados de una guerra que, por comodidad, hemos permitido que se prolongara, o anhelando unas condiciones mejores para desarrollar su existencia. Y ninguna muralla de las construidas a través del tiempo ha podido detener ese anhelo, ni sofocar ese entusiasmo. Tan inútil fue la muralla china como la de Berlín, aunque todavía pervivan tontos contemporáneos que crean que esa es la solución, o censurar las comunicaciones, otro intento de meter el mar en un hoyo. Lo máximo que consigue el vocacional de las murallas es proyectar el problema a otro país, pero eso es como echar la basura del portal propio al portal vecino, creyendo que así se logrará limpiar la calle.

No sé si este hombre vio en las orillas del Nilo antílopes y búfalos, pero si viene de Estados Unidos no arribó allí por topofilia, y si ha llegado a Canadá, tampoco. Y seguirá huyendo de donde le rechacen hasta que muera, lo maten o pueda lograr volver a ser sedentario.

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