Edurne Uriarte

¿Y si Donald Trump derrota a la prensa?

Lo nuevo del presidente de EEUU es el atrevimiento de un político a confrontar con una parte de los medios de comunicación

¿Y si Donald Trump derrota a la prensa?
Edurne Uriarte. PD

PERMÍTANME la generalización del titular, eso de «la prensa».

Me limito a presentar a «la prensa» tal como lo hacen los medios progresistas de EEUU, como si la confrontación de Donald Trump con los medios de comunicación fuera con todos ellos y no con los de izquierdas en exclusiva y como si hubiera «una guerra a la prensa» de Trump, que es como describen el enfrentamiento entre algunos medios y la Casa Blanca.

El enfrentamiento entre Trump y esos medios, los que le atacan día tras día y, además, publican noticias falsas sobre él, tiene un interés que va más allá de Estados Unidos porque refleja algunos problemas de los medios de comunicación de los que se habla poco y muestra un nuevo comportamiento por parte de un político que pudiera darnos grandes sorpresas en este terreno, en el del papel de los medios de comunicación y su relación con los ciudadanos.

Me refiero a tres problemas: el desequilibrado peso de la izquierda mediática en algunos países, Estados Unidos lo mismo que España, la debilidad de los principios éticos en parte de esos medios y la llamativa pérdida de confianza ciudadana en la prensa que va camino de igualar la pérdida de confianza en los políticos.

En las últimas elecciones de EEUU ha ocurrido, por ejemplo, lo mismo que en España en varias elecciones, que los medios de comunicación han apoyado desproporcionadamente a un partido o a un candidato, Clinton en su caso, y, sin embargo, ha ganado el otro.

O, lo que es lo mismo, que hay una brecha entre los medios y los ciudadanos. De tal manera que en España la denostada Fox News fue el medio fundamental para informarse de los votantes republicanos (un 40% de ellos) seguida muy de lejos por la CNN (un 8%).

La mayoría de los medios apoyaron a Clinton pero resulta que los votantes republicanos se concentraron en los pocos que apoyaron a Trump (Pew Research Center, enero, 2017).

Datos como los anteriores llevan a Trump al enfrentamiento abierto con varios medios progresistas, porque sabe que sus votantes no los consumen. Y, no sólo eso, sabe también de la tremenda erosión de la confianza ciudadana en los medios en los últimos años.

Según una encuesta de Gallup de septiembre pasado, esa confianza cayó en Estados Unidos a su mínimo histórico en 2016, al 32 por ciento, cuando había sido del 72 por ciento en 1976.

Pero, además, con una enorme diferencia entre votantes demócratas y republicanos: los primeros mostraban una confianza del 51 por ciento frente al 14 por ciento de los republicanos.

Y eso tiene que ver con su desproporcionado apoyo a los demócratas como en España a la izquierda, pero también con la falta de principios éticos de algunos de ellos, los que les llevan, por ejemplo, a publicar supuestas noticias de fuente desconocida y más que sospechosa.

Lo paradójico de este enfrentamiento es que lo protagonice un político, Donald Trump, caracterizado por la misma falta de principios éticos, como demostró en 2012, cuando atacó a Barack Obama por su supuesto nacimiento fuera de Estados Unidos a partir de fuentes anónimas y, por supuesto, falsas.

Lo nuevo de Trump no es su superioridad moral, ciertamente, lo nuevo es el atrevimiento de un político a confrontar abiertamente con una parte de los medios de comunicación.

Y lo nuevo es que, por primera vez, cabe la posibilidad de que gane claramente el político, de que sea el político quien lidere a la opinión pública y no los medios. Porque esos medios comienzan a tener un problema de imagen comparable al de la élite política, con la diferencia de que aún no son conscientes de ello.

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