Luis Ventoso

Mejor Okupa: Colau y similares desprecian a las personas corrientes que aguantan el país

Mejor Okupa: Colau y similares desprecian a las personas corrientes que aguantan el país
Luis Ventoso. PD

AUNQUE tiene sus defectos, como toda ideación humana, el liberalismo funciona mejor que el comunismo porque entiende con más tino de qué pasta estamos hechas las personas.

El catecismo comunista pinta a un pueblo idílico, que micciona agua de colonia, exuda paz y amor y está deseando partirse el espinazo en el koljoz de turno sin cobrar un chavo, solo por el bien de la causa y la fraternidad universal.

El liberalismo acepta que el hombre tiene raptos de bondad, sí, pero sabe que lo que lo mueve es más bien el interés, que también puede llamarse legítimo afán de ir a más.

El viejo Hobbes ya lo dijo y me temo que acertaba: «El hombre es un lobo para el hombre».

También avisó la Biblia: en el minuto uno, Caín ya le partió la crisma a su hermano Abel. Pero cuando Podemos apareció en la tele nos vendieron que habían llegado los elfos de Tolkien.

Seres humanos seráficos, ajenos a la podredumbre de la casta. Lógicamente, el coro angélico ha acabado en puro Hobbes: guerras de egos a cara de perro, chanchullos con viviendas sociales, becas cobradas y no trabajadas, dineros de regímenes grimosos, trampas a hacienda.

La última es una fenómena vasca, número uno al Senado por Álava, que primero disfrutaba de una vivienda social sin pagarla, y luego, cuando la botaron del partido por picarona, se ha quedado el escaño y el parné. Saltó la sorpresa, como dicen en los carruseles radiofónicos: Podemos lo forman seres humanos.

Ada Colau es un ejemplo acabado de persona que en nombre de un angelismo errado no entiende el mundo y ni a las personas. Ocupa un puesto distinguido, la alcaldía de una ciudad maravillosa, la segunda de España. Pero no se le conoce una sola propuesta orientada a crear más riqueza y a que sus vecinos puedan prosperar.

Ayudar a las empresas, la fuente del empleo, no mola, es fachoso. La industria turística, el filón de la ciudad, también le repugna y se dedica a atizarle pellizcos de monja.

¿Qué es lo único que interesa a Ada? Lo marginal. Otorga toda su atención a minorías que padecen problemas extremos y poco frecuentes. Sin duda la merecen. Pero no se puede ignorar por completo, como hace ella, a la inmensa mayoría de héroes corrientes, que pagan sus impuestos, sostienen a sus familias, sacan el país adelante saliendo legañosos a currar cada mañana.

Por cada okupa que toda la flauta y se rasca el bandullo hay millones de personas en la economía real, que trabajan duro para pagar sus hipotecas y dar una buena educación a sus hijos.

La entrañable Ada los desprecia con su olímpico desdén. Su última ocurrencia es una campaña para fomentar el aborto, que nunca es un triunfo y siempre un hecho terrible.

Asombra que con lo que se ve en las detalladas ecografías actuales se siga promoviendo esa «solución» bajo la etiqueta de «progresismo». Progresismo viene de progreso, de fomentar la prosperidad y la natalidad, de facilitar un carril por donde puede saciarse el hambre intelectual, material y espiritual del ser humano.

No soy quien para juzgar a una persona que se siente forzada a abortar, bastante duro es llegar ahí, pero deprime que todavía exista quien convierte esa tragedia en un eslogan. ¡Y hasta le aplauden!.

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